Relaciones interespecíficas
Los seres vivos tienen una necesidad de relacionarse con el medio ambiente para vivir. Además es muy frecuente que los seres vivos deban interaccionar con miembros de su propia especie, por ejemplo para reproducirse y con miembros de otras especies, con objetivos mucho más diversos esta vez. A las interacciones que ocurren entre miembros de diferentes especies se les denomina relaciones interespecíficas. La relación interespecífica más obvia, tal vez, es la de depredación. Dentro de esta categoría suele incluirse la herbivoría, ya que supone el consumo de tejidos vegetales sin necesidad de matar al organismo completo, como ocurre cuando ungulados pastan gramíneas o cuando orugas consumen hojas. Muchas plantas muestran defensas morfológicas y químicas frente a los herbívoros, como espinas, pelos urticantes y sustancias como alcaloides o taninos. Todos los heterótrofos, todos los seres vivos que no son autótrofos y por lo tanto no pueden obtener energía de la conversión de moléculas inorgánicas (como son todos los vegetales y muchas bacterias) deben alimentarse de otros seres vivos para sobrevivir, deben depredarlos.
Sin embargo existen muchas más relaciones interespecíficas, algunas incluso son beneficiosas para ambas partes. Se han clasificado las relaciones entre individuos de dos especies diferentes dependiendo de quién sale beneficiado.
También se describe el amensalismo, interacción en la que una especie resulta perjudicada mientras la otra no obtiene beneficio aparente. Un caso bien documentado es la alelopatía del nogal negro, Juglans nigra, que libera juglona al suelo e inhibe el crecimiento de plantas próximas.
Una relación interespecífica en la que ambas partes salen perjudicados puede ser por ejemplo la competencia. Cuando dos especies utilizan el mismo recurso del mismo ecosistema acaban siempre enfrentándose por el uso de un recurso (por ejemplo por el espacio, el alimento y el agua o la luz en los vegetales). Puede distinguirse entre competencia explotativa, indirecta y mediada por el agotamiento de recursos, y competencia por interferencia, con agresiones, defensa de territorios o de madrigueras. El principio de exclusión competitiva describe que dos especies que compiten por el mismo recurso limitante no coexisten de forma estable, favoreciendo la partición de nicho.
Las relaciones en las que una especie gana algo y la otra pierde algo son frecuentes. Ejemplos de este tipo son la depredación, el parasitismo o la explotación. Conviene distinguir el parasitoidismo, frecuente en avispas icneumónidas y bracónidas, donde las larvas se desarrollan en un único hospedador y acaban matándolo, del parasitismo, en el que el hospedador suele sobrevivir. Ejemplo clásico, larvas de avispas que completan su desarrollo dentro de orugas. Por ejemplo la hembra de cuco pone los huevos en nidos de otras aves. La otra especie empolla sus huevos y al eclosionar el huevo la cría de cuco tira los otros huevos o polluelos fuera del nido para que le alimenten solo a él. En esta relación la especie del cuco gana no tener que invertir recursos en empollar, defender un nido, ni en criar al polluelo, mientras que las otras especies de ave pierden toda una generación.
Cuando una de las especies sale beneficiada pero la otra ni gana ni pierde nada se denomina dependiendo del tipo de ventaja que obtenga foresia, tanatocresia, comensalismo, inquilinismo, etc. un ejemplo de esto es el cangrejo ermitaño que se aprovecha de las conchas de los caracoles muertos para usarlas como hogar (tanatocresia), el caracol muerto no obtiene ningún beneficio, pero el cangrejo obtiene un hogar. La Foresia por ejemplo es cuando una especie transporta a la otra, como las aves que viajan a lomos de los bisontes americanos, o los crustáceos en la barriga de una ballena o de un barco.
Las relaciones en las que ambas partes salen beneficiadas se denominan de forma diferente dependiendo del grado de beneficio de cada uno o de la necesidad de establecer la relación. Puedes leer más sobre ello en los artículos que le dedicamos a los temas mutualismo y simbiosis, aquí y aquí. Un ejemplo son los peces payaso que viven en los bancos de coral y anémonas para protegerse, donde las anemonas se benefician de las corrientes generadas por los peces al pasar para atraer más comida. El mutualismo supone un beneficio para ambas partes, mientras que en la simbiosis existe una necesidad de mantener la relación, hasta el extremo de que las partes no pueden vivir separadas. Puede diferenciarse entre mutualismos obligados, en los que la asociación no puede romperse, y mutualismos facultativos, beneficiosos pero no imprescindibles. Las micorrizas entre hongos y raíces mejoran la absorción de agua y minerales, y la simbiosis entre corales y zooxantelas, dinoflagelados simbiontes, aporta productos fotosintéticos necesarios a corales constructores. Una muestra de ellos son los cloroplastos y las mitocondrias o las bacterias del tracto digestivo de los animales o las bacterias captadoras de nitrógeno en las raíces de las plantas.