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El esqueleto humano

Publicado por Ramón Contreras

El esqueleto de un ser humano adulto consta de 206 huesos, sin contar con los dientes, los huesos suturales (huesos supernumerarios del cráneo de pequeño tamaño que aparecen frecuentemente en los huesos descritos normalmente) y los huesos sesamoides (pequeños huesos rodeados de cartílago que están presentes en diversas articulaciones del cuerpo). Todos los huesos están articulados entre sí mediante tendones, músculos y cartílago, excepto el hioides que puede estar unido o no, se encuentra por debajo de la lengua y por encima del cartílago hioides.

Los huesos sesamoides aparecen en algunas articulaciones de algunas personas.

Los huesos sesamoides aparecen en algunas articulaciones de algunas personas.

En los recién nacidos hay 300 huesos separados. Esto es debido a que hay huesos todavía no soldados para facilitar la salida de la cabeza del bebé por el canal del parto. Con la edad estos huesos denominados supernumerarios, se van fusionando de manera paulatina y constante, lo que permite en las series de televisión saber la edad de una persona por el nivel de fusión de los huesos.

La función principal del esqueleto es sostener y en ocasiones proteger los órganos que componen el organismo y dar un punto de apoyo a los músculos para permitir la locomoción y el movimiento. Lo que curiosamente son las mismas funciones que el citosqueleto celular, del que puedes saber más aquí.

Además de estas funciones fáciles de ver a simple vista, el esqueleto es también un reservorio metabólico de calcio, fosfato y otros minerales. En circunstancias de bajada de calcio en la sangre los huesos pueden literalmente deshacerse para aumentar la concentración en sangre. Por si no fuera poco todo lo que hace el esqueleto dentro de algunos huesos, los más grandes y largos los huesos contienen la corteza esponjosa, donde se halla la médula ósea. En estos huesos largos, rojos por dentro se lleva a cabo la hematopoyesis, es decir, la formación y diferenciación de las células sanguíneas. Estas dos funciones fundamentales tienen que ayudarnos a quitarnos de la cabeza que el esqueleto es un tejido “inerte” que no interactúa con el resto del cuerpo.

El esqueleto se forma mediante la osificación. Un proceso complejo que ocurre simultáneamente de varias formas. Condral (pericondral: formación de la capa externa del hueso largo y crecimiento radial hacia los extremos y endocondral: forma la parte interna que dará lugar a la corteza esponjosa y crecimiento hacia ambos extremos). O conjuntiva, que incluye la deposición de sales de calcio en el mesénquima intercelular de los osteoblastos en la que quedan incluidos.

El esqueleto se forma durante la vida uterina del feto y sigue creciendo hasta el estado adulto del individuo, sin embargo las células que lo sintetizan y lo degradan permanecen latentes durante toda la vida del individuo, por si hay que rehacer alguna fractura. Estas células son los osteoblastos, los osteocitos y los osteoclastos, para saber más sobre ellos puedes ver nuestros artículo sobre ellos aquí y aquí.

El esqueleto del ser humano está estrechamente relacionado con el esqueleto del resto de vertebrados, para saber más sobre las ventajas evolutivas que supusieron las diferentes partes del esqueleto puedes ver nuestro artículo sobre el tema aquí.