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Nuevas variedades de COVID-19 y vacunas

Publicado por Ramón Contreras

Recientemente se ha notificado la presencia de nuevas cepas en diversos puntos del mundo. Tenemos la cepa que viene de los visones, diversas cepas que pululan por el sur de Europa y otras en Asia y América. Esto era algo que iba a pasar. Todas las enfermedades causadas por virus acaban teniendo varias cepas en circulación. La diferencia radica en que para otros virus esperábamos su aparición y con el coronavirus causante de la COVID-19 no tenemos conocimientos a penas para defendernos contra él. Esto último está cambiando a marchas forzadas durante el 2020 y las campañas de vacunación contra el virus han empezado o bien a finales de diciembre o bien a principios de enero de 2021. La cuestión que subyace ahora en el colectivo es si las vacunas que se están aplicando serán efectivas contra todas las cepas. Muchas veces las vacunas que se sintetizan pueden luchar contra una cepa, pero son ineficaces contra otra, como es el caso que podemos ver año tras año para la gripe, a la que cada estación debe estudiarse para desarrollar una nueva vacuna. Los expertos afirman que las vacunas son eficientes contra todas estas nuevas cepas, que las mutaciones que presentan no son suficientes como para que el virus escape al escrutinio del sistema inmune del cuerpo cuando se le ha presentado ya la vacuna.

Los estudios moleculares 3D de las proteínas y el software necesario para ello se han desarrollado enormemente en los últimos años. Gracias a ellos podemos hacer estimaciones de cómo las mutaciones cambiarán la forma de las proteínas. En nuestro caso nos interesa sobretodo la estructura de la famosa proteína S o de la espiga del SARS-CoV-2. La forma tridimensional de esta proteína es indispensable para la unión con ACE2, el receptor celular al que se une el virus mediante la proteína S para infectar. Esta proteína S permanece muy estable puesto que es clave para la infección. Sin embargo, cuando decimos que es muy estable queremos decir que acumula pocas mutaciones en relación al resto del material genético del virus. Se ha calculado que acumula entre 1 y 2 mutaciones cada mes. De hecho, la cepa inglesa b.1.17, tiene alrededor de 17 mutaciones solo en la proteína de la espiga. Acumulando otras que pueden alterar su letalidad o su capacidad infectiva en otras proteínas del virus.

Las vacunas están diseñadas para que el cuerpo reconozca la proteína de la espiga, que es tan importante para la infección y que acumula pocas mutaciones. Los expertos han dicho que funcionará sí, pero en el plano teórico. A pesar de que las evidencias son sólidas, son solo teóricas. De hecho, no hay todavía ningún artículo científico publicado sobre esta cepa. Todo lo que sabemos de ella ha pasado por los canales periodísticos y gubernamentales. Las autoridades británicas han informado de los estudios que han llevado a cabo y la Organización Mundial de la Salud se ha hecho eco, pero todavía necesitaremos estudios más extensos y contrastados para saber si las vacunas proporcionarán una defensa eficaz a largo plazo contra esta cepa -cosa que no se ha podido hacer hasta ahora por motivos obvios de tiempo- o contra nuevas variedades del virus que surjan.