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Physarum polycephalum: el moho inteligente, más allá de la inteligencia animal

Publicado por Ramón Contreras

¿No es verdad que la inteligencia de los animales es uno de los temas más interesantes? Los cuervos, los pulpos, e incluso las vacas o los cerdos han demostrado capacidades para resolver problemas sencillos y una comunicación entre rudimentaria o avanzada (dependiendo de si son animales solitarios o gregarios). El ser humano siempre se ha sorprendido de que fueran capaces de resolver problemas sencillos o laberintos, expresar emociones y otras capacidades intelectuales que se atribuían al ser humano en exclusiva. En realidad, eso de que se atribuían solo a los humanos es un pensamiento moderno del siglo XX-XXI derivado en gran medida del alejamiento del ser humano de la naturaleza. Es obvio que los animales se comunican entre ellos y con otras especies en la naturaleza y que han de ser capaces de resolver problemas sencillos para sobrevivir. Sin embargo, nadie ha explorado la inteligencia de otros seres vivos. Un mixomiceto, un hongo unicelular sin sistema nervioso, ha demostrado ser capaz de resolver problemas sencillos y laberintos. Uno de los problemas es la falta de boca para comunicarse con el ser humano, aunque es capaz de transmitir conocimientos (la resolución de laberintos a otros miembros de su especie).

Physarum polycephalum es un amebozoo (del mismo Reino que las amebas), son unos seres cuyos parientes evolutivos no están claros y forma parte de los protistas. Comúnmente se le considera un moho u hongo mucilaginoso, llamado en ocasiones moho del fango o moho de muchas cabezas. Tiene una capacidad de movimiento elevada típica de las amebas. Las célula hacen crecer su citoesqueleto que estira de su citoplasma en la dirección en la que quieren mover. P. polycephalum tiene una vida unicelular ameboide en tiempos de carestía o para la reproducción (en la que interactúan 2 de sus 720 géneros descritos). Cuando llega la humedad forma agregados coloniales en los que puede fusionarse las membranas hasta dar un único cuerpo celular -o protoplasma- de varios metros cuadrados que se mueve coordinadamente comiendo hojas y otra materia orgánica a su paso.

Una de las pruebas de la inteligencia de este mixomiceto está basada en su capacidad para resolver laberintos en busca de comida (puede avanzar varios centímetros cada día). Para resolver un laberinto se entrena a la masa pluricelular dándole tiempo para resolverlo una y otra vez. El estudio comprobó que tenía memoria y que al final se había aprendido el camino más corto para llegar hasta el premio. Investigadores nipones usaron esta capacidad de moverse en busca de comida y su aversión a la luz para optimizar la red ferroviaria del país. Recrearon la orografía de la isla con diferentes intensidades de luz y colocaron alimento para el hongo reproduciendo la localización de las 36 ciudades colindantes a su capital, en la que colocaron el hongo. Tras unos días, el hongo había reproducido casi a la perfección la red de trenes japoneses. Es más, tras analizar los caminos realizados por el hongo se emprendió una reestructuración de las vías para optimizarlas basándose en las observaciones del hongo. Los investigadores no descartan usar este hongo para la generación de computadores de base biológica.