El color o el tamaño de un ser vivo influye en el dinero que recibe la investigación sobre su biología
Si se para un segundo a pensar no parece raro que las especies de animales y plantas que más utilidad o más peligrosas son para el ser humano hayan sido las que reciben mayor atención a la hora de ser estudiadas. Es obvio que los cereales, por ejemplo, van a ser mucho más estudiados que plantas que ni siquiera tienen nombre común. Los unos son la base de la alimentación humana a nivel mundial y hay miles de plantas que se encuentran en zonas muy concretas del mundo. De forma similar encontramos lo mismo con los animales. Vacas, perros o gallinas son algunos de los animales más estudiados, mientras que los peces de las profundidades del océano, con los que no tenemos ningún contacto apenas son estudiados. ¿Es esto raro? No, por supuesto cuanta mayor sea la relación de una especie con los humanos más interés tendremos en conocerla completamente. El ejemplo claro ha sido el virus SARS-coV-2 causante de la COVID-19, que ha pasado de ser un organismo completamente desconocido a ser uno de los más estudiados en los últimos años. Cientos de ejemplos más pueden encontrarse si se tiene curiosidad por la biología y se hacen búsquedas en internet. A poco que se quiera indagar en la biología de algunos animales, plantas y más todavía en hongos, bacterias, arqueas y otros grupos minoritarios nos damos cuenta de que el conocimiento que se tiene de muchas especies es ínfimo.
Otras especies gozan de un conocimiento también elevado (aunque no tanto como las especies domésticas) al ser especies modelo o bandera. Estos términos hacen referencia a que se usan como modelo para estudiar grupos más grandes de seres vivos o bien que son un icono de su ecosistema y al estudiarse y conservarse se invierte en todo el ecosistema que tiene detrás. Parece que nuestro afán de protección y conocimiento a veces solo se encamina a las especies que están desapareciendo, hasta que una especie no se encuentre en la lista roja de la UICN es casi imposible que las organizaciones encuentren interés y dedicarle recursos a su estudio y protección.
Pero no acaban aquí los criterios para el estudio de una especie. Un estudio reciente publicado en elife ha revelado que hay otros factores, cuando menos curiosos, para determinar la cantidad de presupuesto que se invierte en la investigación de una especie. Por ejemplo el tamaño o el color son características que atraen nuestra atención y que por ello hace que estas especies reciban más dinero. Los animales más grandes del planeta reciben más dinero para su investigación que otros de tamaños inferiores aunque su relación con el ser humano sea la misma. Del mismo modo los colores más atrayentes para el ser humano, como los rojos, azules o amarillos intensos dan cierta “ventaja” científica frente a los animales de colores crípticos y con altas capacidades de camuflaje.
Es obvio que los seres vivos con los que más nos relacionamos deben ser los que reciban mayor presupuesto de investigación. Pero no prestar atención a otros seres puede hacernos perder piezas clave de los ecosistemas por el mero hecho de que un ser vivo no tiene los colores adecuados.