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COVID-19: mutaciones del virus en Siberia

Publicado por Ramón Contreras

Cuando la pandemia de la COVID-19 empezó los expertos sabían que se iba a convertir en una carrera de fondo. Desde el primer momento se trató el virus con la experiencia adquirida en otras ocasiones e inmediatamente se empezó a trabajar en vacunas y medicamentos para detenerlo. Sin embargo, la naturaleza no para por nada. Así empezó una competición armamentística del ser humano contra la capacidad de mutación natural del SARS-CoV-2, ajustándose a la hipótesis de la Reina Roja a la perfección.

Los contagios debían ser parados por motivos obvios, como evitar que las personas cayeran enfermas. Pero también para evitar que el virus se reprodujera y crease nuevas variantes que podrían ser eventualmente menos reconocidas por las vacunas en las que se está trabajando. El SARS-CoV-2 es un virus de tipo ARN, cuya tasa de mutación es elevada. Por suerte, la secuenciación periódica del coronavirus aislado en distintas partes del mundo parece indicar que en este caso las variaciones no están apareciendo tan deprisa. Si bien se han catalogado más de 12.000 mutaciones puntuales de una base nitrogenada, ninguna de ellas parece implicar un cambio en la letalidad o la capacidad infecciosa del virus. Sí se especula con que la capacidad de transmisión de diferentes cepas haya sido alterada. Aunque esto puede darse simplemente por procesos azarosos. Como muestra de ello el caso de Nueva Zelanda muestra que de las 217 entradas del virus tan solo un 20% causaron alrededor del 80% de las infecciones, aunque no se ha encontrado ninguna razón genética en el virus para ello y se baraja la hipótesis de que haya sido simplemente por azar o la cantidad de carga viral de cada caso.

Ya hemos hablado en otro articulo sobre otra variante del coronavirus, esta vez surgida en Noruega. Con el agravante de encontrarse en visones que podrían crear un reservorio donde el virus podría mutar fuera del alcance de las vacunas que se aplicarían a humanos. La variante D614G (de la que también hablamos aquí) fue uno de los primeros casos. Los estudios de esta variante indicaron que la mutación por cambio de aminoácido que causaba no alteraban las capacidades del virus para infectar, ni las de las posibles vacunas que se estaban desarrollando.

En este contexto, es importante comprender que las mutaciones son un proceso natural en la vida de los virus. La mayoría de las veces, estas mutaciones son neutras o incluso perjudiciales para el virus, pero en ocasiones pueden conferirle alguna ventaja, como una mayor capacidad de transmisión o la capacidad de evadir parcialmente el sistema inmune. Es por ello que la vigilancia genómica del virus es esencial para detectar a tiempo estas variantes y adaptar las estrategias de control y prevención.

Como sabíamos esto iba a pasar y no lo hará solo una vez. En Rusia, en la helada Siberia se ha encontrado otra nueva variante. Las autoridades competentes han dado la voz de alarma de una nueva cepa que está mutando allí, muy posiblemente derivando del aislamiento genético que tiene el virus. Según los expertos tanto del propio país como de EE. UU. que han estudiado los efectos de estas mutaciones, el virus estaría adaptándose a las condiciones siberianas y no sería más peligroso que otras variantes. Rusia, quinto país más afectado por la pandemia a nivel mundial, tiene una vacuna lista para ser suministrada. Sin embargo, ha tenido que realizar rápidamente pruebas con esta nueva mutación para comprobar que la vacuna seguía imitando al virus lo suficiente como para que el sistema inmune al que se presentaba la vacuna pudiera reconocer también al virus con los mismos anticuerpos. Afortunadamente y según el Instituto Vector encargado del desarrollo de la vacuna parece que esta mutación del virus no alterará la eficacia de su vacuna.

En este sentido, es importante destacar que las vacunas actuales parecen ser efectivas contra las variantes del virus que han surgido hasta ahora. Esto se debe a que estas vacunas inducen una respuesta inmune amplia, que no solo se dirige a una parte del virus, sino a varias. Por lo tanto, aunque una mutación pueda alterar una de estas partes, es poco probable que pueda evadir completamente la respuesta inmune inducida por la vacuna. No obstante, los científicos están vigilando de cerca la aparición de nuevas variantes y estudiando su posible impacto en la eficacia de las vacunas.