La flora de humanos de 2.000 años podría ser la solución a las enfermedades autoinmunes actuales
Que conocemos una ínfima parte de las bacterias que existen es un hecho que comparte toda la comunidad investigadora. Se calcula que conocemos menos del 1% de las bacterias. Si a esto hay que sumar que de vez en cuando nos topamos con bacterias prehistóricas rescatadas de fosas oceánicas, el hielo ártico o como en esta ocasión el intestino de antecesores humanos.. Pues resulta que la lista de bacterias es infinita.
Un estudio reciente ha mostrado que la diversidad de la flora intestinal de los hombres antepasados era mucho más diversa que la del humano actual. Esto puede ser debido a que nuestra dieta es mucho más segura y “monótona” que antes o a que la evolución de la flora ha favorecido el triunfo final de unas pocas especies concretas. En este aspecto, cada vez son más los puntos a favor de una coevolución entre el ser humano y los millones de microorganismos que viven en el interior del cuerpo. Por ejemplo hay indicios de que un virus podría estar detrás de ciertos eventos de celiaquía. En realidad sabemos poco de las comunidades bacterianas que viven en nuestro interior, pero a medida que desvelamos más cosas sobre ellos, más patente es que tienen un efecto mayor de lo esperado no solo en la digestión del alimento sino en la protección contra enfermedades como el cáncer o la diabetes.
El estudio publicado en Nature comparaba las bacterias encontradas en heces fosilizadas de 1.000 y 2.000 años de la región del norte de américa con las de diversas poblaciones actuales, unas que todavía tenían una forma de vida de cazador recolector y otras poblaciones urbanitas modernas. En este aspecto las muestras de los habitantes de ciudad eran mucho menos diversas que las otras dos. La dieta a base de alimentos procesados y poca cantidad de productos silvestres y salvajes parece ser importante en la variedad de microorganismos del intestino.
Aunque se parecían bastante los restos de 2.000 años de antigüedad con los actuales, la verdad es que se han encontrado más de 60 genomas desconocidos hasta ahora. Estos genomas responden a especies desconocidas por la ceincia moderna. De forma más concreta y como era de esperar, las bacterias primitivas no contenían genes de resistencia a antibióticos, que sí que se encontraban presentes en las heces de los humanos del primer mundo. Entre los genes que sí se han encontrado en los genomas antiguos ha sorprendido la variedad de genes dedicados a la flexibilidad evolutiva. Aquellos primeros pobladores del intestino tenían una gran capacidad de variar su ADN, presumiblemente para adaptarse a las condiciones cambiantes de la ingesta humana. Por el contrario, los humanos modernos y su dieta estable han llevado a fijar los genes con mayor efectividad y estabilizar las especies de la flora intestinal.
La pérdida de estas especies desconocidas podría estar detrás del aumento de enfermedades autoinmnes relacionadas con el intestino que se están descubriendo en los últimos siglos. Pero también se ha visto una falta de genes de enzimas que degradan la mucosa intestinal, que también se relaciona con enfermedades. No sabemos si la flora intestinal antigua era más eficiente o protegía mejor contra diversas enfermedades, lo que sí sabemos es que en la actualidad las enfermedades intestinales relacionadas con la flora son cada vez más importantes en nuestra sociedad y tal vez la clave para solventar estos problemas se encuentre en las heces fosilizadas de un cazador recolector de hace 2.000 años.