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Desmontando el concepto de especie biológica

Publicado por Ramón Contreras

El concepto de especie biológica puede llegar a ser un poco resbaladizo. Se considera una especie al conjunto de individuos y poblaciones que comparten unas características comunes y son capaces de reproducirse entre sí y cuya descendencia es a su vez capaz de reproducirse. Otra forma de verlo es que es el conjunto de poblaciones que comparten un antecesor común y mantienen la capacidad de reproducirse. Esta capacidad puede estar limitada por barreras geográficas (montañas, lagos, etc.) o físicas/morfológicas (cambios en los sistemas reproductores), pero también por comportamientos diferenciados (plantas que se reproducen solo de noche o de día, cambios en las preferencias de reproducción de una población). Las variables que impedirán a dos poblaciones reproducirse entre sí son extensas y no siempre responderán a impedimentos genéticos.

Una muestra de como estos límites son difusos a nivel genético son los casos famosos de híbridos, como los cruces de osos polares y pardos, los grolar, cruces entre tigres y leones, los ligres. Los primeros tenían un impedimento geográfico que ha sido eliminado por los cambios climáticos y los segundos no se encontraban en el mismo continente, pero al ponerlos en la misma jaula en un zoológico tuvieron cachorros. Sin duda debido a sus características morfológicas podemos diferenciar entre leones y tigres. Son suficientemente diferentes como para reconocerlos a simple vista. Sin embargo, la capacidad de reproducirse hace tambalear los cimientos de la idea de especie. Esto es debido a que los cambios genéticos son los últimos en aparecer durante la diferenciación de las especies. Son los que más cuestan y al ser completamente al azar pueden tardar un tiempo indeterminado. Por ejemplo, el ser humano el chimpancé comparten más del 95% de su genoma. Pero la fusión de dos cromosomas en humanos y algunas inversiones en otras regiones génicas impiden el correcto apareamiento entre los cromosomas durante la división celular y pr lo tanto hacen imposible el cruce.

Estas líneas entre especies son todavía más difusas en otros grupos de seres vivos. De hecho, parece que son los mamíferos los que las tienen más definidas siendo ellos la excepción y no la norma. En el mundo vegetal los cruces entre plantas son permitidos con mucha más promiscuidad que no en animales. Muchas veces los diferentes momentos de floración son el principal impedimento para el cruce de dos árboles frutales del mismo grupo. Los híbridos entre cítricos o entre cereales son dos de los mejores ejemplos de ello.

En bacterias ya la cosa se va de madre. Aquí las especies se diferencian apenas en sus características morfológicas y rara vez su reproducción es sexual, por lo que no necesitan parecerse demasiado unas a las otras. Las variaciones genéticas entre poblaciones de bacterias pueden ser mayores que entre eucariotas. Esto no quiere decir que no formen parte de la misma especie. En microbiología, la capacidad metabólica es la que se usa para decir que dos poblaciones son de la misma especie. La capacidad de vivir en determinadas concentraciones de nutrientes o oxígeno son fundamentales en este aspecto. Sin embargo, como decíamos, no todo iba a ser sencillo en bacterias. Existen conjuntos de genes que pueden transmitirse entre bacterias de forma horizontal (sin reproducción) que no son esenciales para la vida pero que pueden aportar la capacidad de sobrevivir en determinadas situaciones, como en presencia de antibióticos (los plásmidos).

El uso de especies es muy útil a la hora de clasificar y compartir información en ciencia. La naturaleza, por otro lado, mantiene las opciones mucho más abiertas y las diferencias entre las especies son mucho más tenues de lo que parecen. Esto tal vez nos de una visión más amplia de cómo funciona la vida como un conjunto y no como especies separadas.