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Cómo engañan las células tumorales a sus vecinas para sobrevivir a todo

Publicado por Ramón Contreras

Un tumor está formado por células que han salido al control tradicional de la división celular y empiezan a proliferar de manera descontrolada. Estas células tumorales normalmente presentan mutaciones, cambios, en los genes que controlan los procesos claves y los puntos de control de la mitosis y la meiosis. Además, pueden tener también alteradas las rutas para recibir las señales de las células vecinas. Las cuales, en condiciones normales, están enviando constantemente señales de “no dividirse” a las células vecinas. En una especie de conversación de política internacional “no te expandas hacia aquí que estoy yo”.

Las células tumorales están en contacto con sus vecinas sanas

Sin embargo, cuando todos estos sistemas de control, que son variados y extensos, fallan, las células se convierten en tumores, no hacen caso a nadie y empiezan a dividirse sin control dejando de cumplir la función celular que estuvieran realizando. Pero aunque se dividan de forma alocada, siguen necesitando las mismas cosas que las otras células para vivir, energía y materiales. Cuando nuestro cuerpo está creciendo durante la infancia y adolescencia, todos sabemos que necesitamos un aporta mayor de comida. Las células tumorales “engañan” a sus células vecinas para estimular el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos y que les llegue más sangre, lo que se traduce en más comida. De esta forma, los tumores empiezan a desviar el flujo sanguíneo hacia ellos para obtener más alimento.

El cuerpo tiene varios sistemas para detectar a las células tumorales y evitar su aparición, crecimiento y proliferación. Es evidente que en ocasiones estos mecanismos de defensa no funcionan correctamente. Diferentes animales tienen eficacias diferentes de estos mecanismos. Ya hemos hablado en algún artículo sobre la capacidad de los tiburones o de los elefantes para evitar la aparición de células tumorales (aquí y aquí). El último recurso del cuerpo para evitar que las células tumorales se expandan es el sistema inmune. Existen unas células llamadas “natural killers” (asesinos naturales) que entre sus múltiples funciones se encuentran la detección de células tumorales. Pero las células tumorales que tienen éxito y logran expandirse y proliferar se ha observado que encuentran formas de pasar desapercibidas ante las células asesinas naturales. Las engañan quitando cualquier marcador de crecimiento y propagación, su membrana plasmática, todo lo hacen a través de sus células vecinas que son a las que les envía señales para que sean ellas las que estimulen el crecimiento de los vasos sanguíneos y, por lo tanto, tengan las marcas “sospechosas”.

Finalmente, cuando todo esto falla, interviene la medicina. Existen numerosos fármacos que tienen como objetivo evitar la proliferación o división de las células tumorales. Pero una vez más las células dañinas tienen mecanismos para intentar evitar ser controladas. Los fármacos están diseñados para atacar ciertas marcas en la superficie de la membrana celular, de forma similar a lo que hacen las natural killers. Sin embargo, las células tumorales vuelven a “convencer” a sus vecinas de que las protejan y les den las marcas moleculares para ser identificadas como células sanas.

Hay que decir que tanto los medicamentos, como el sistema inmune, como otros mecanismos de control de la proliferación de células tumorales son muy eficaces y consiguen detener la gran mayoría de problemas. Desgraciadamente, siempre existen tumores especialmente resistentes que son capaces de saltarse todas estas defensas, esas mismas son las que más se estudian y a las que nos hemos referido en este artículo.