Códices botánicos, cómo se estudiaba la botánica cuando no había internet
Antes de que internet nos pusiera toda la información a un click o varios de distancia, compartir información no era fácil. Diferentes aproximaciones se han llevado a cabo a lo largo de la historia para propagar el conocimiento. Una de las formas que ha resultado más útil ha sido la lectoescritura, desgraciadamente hasta no hace tanto la mayoría de la población no sabía ni una cosa ni otra. Por eso la otra manera de transmitir ideas eran las imágenes. Ya la combinación entre una descripción escrita y una imagen son la base de la educación actual.
Los códices de botánica del siglo XVI y del renacimiento sentaron las bases de la taxonomía y la clasificación de las plantas. La habilidad de los dibujantes para plasmar las características justas de cada especie vegetal dieron lugar a que gente que nunca había visto una planta supiera como era. Esto es especialmente importante tras el descubrimiento de América. Fueron muchas las expediciones zoológicas y botánicas (como fue la del mismísimo C. Darwin) subvencionadas por las distintas administraciones las que se aventuraron en busca de animales y plantas nunca antes descritos con el objeto de encontrar nuevos alimentos y principios activos para la medicina. La botánica, la farmacología y la medicina en aquellos momentos iban estrechamente de la mano y el nuevo abanico de posibilidades por estudiar y descubrir imprimió un nuevo empuje a estas ciencias. Cada folio de esos códices es una ventana a la visión del mundo vegetal y del interés por conocer de la humanidad durante toda la historia.
Existen códices botánicos desde dos mil años antes de cristo, el más antiguo es chino. Aunque el más conocido a nivel europeo y que sigue vigente en la actualidad es “De Materia Medica” (65 d. C.) o más conocido como el Dioscórides, nombre de su autor. Este libro es el origen y la base de toda la farmacología moderna. La calidad de sus imágenes es reseñable y describe perfectamente alrededor de 600 plantas, casi 100 minerales y una treintena de sustancias de origen animal. Su auge fue en la Edad Media momento en el que se tradujo tanto al latín como al árabe (siendo originariamente escrito en griego).
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII proliferaron enormemente los códices botánicos, conservándose cientos de cada siglo dispersos por toda Europa. El objetivo fue mostrar a los eruditos del viejo continente las maravillas que se encontraban en el nuevo mundo. Posiblemente los menos entusiasmados con esto fueron los estudiantes de farmacia que tenían que aprender muchas más plantas que hasta ese momento.
Será Linneo el que establecerá en el siglo XVIII las bases de la clasificación taxonómica moderna y el que creará un consenso sobre la ordenación de plantas y animales con su “Systema naturae”. De hecho, cuando se describen y se nombran seres vivos, es costumbre añadir las iniciales del descubridor detrás del nombre científico, “L.”, la abreviatura de Linneo, todavía se encuentra en gran cantidad de animales y plantas que él clasificó.
La creación de códices donde observar las plantas es un primer paso para conocerlas, pero después las expediciones empezaron a traer especímenes para su estudio (y probarlas en medicina). Esto se llevó a cabo en los jardines botánicos, de los que ya hablamos aquí.