Ojos compuestos
A lo largo de la evolución la naturaleza ha probado de todo. La mayoría de seres pluricelulares y algunos unicelulares tienen algún tipo de mecanismo mediante el cual son capaces de apreciar las intensidades de luz. La recepción de luz supone una gran inversión de la energía del organismo por lo que hay que sacarle un buen provecho. Muchos de los seres vivos utilizan la luz de forma clave en su vida, las plantas se orientan con el sol para captar los rayos más beneficiosos para ellas, mientras que los animales perciben la luz y las sombras para saber por dónde moverse.
Los mecanismos de percepción de la luz tienen una larga historia evolutiva, que comienza con organismos marinos primitivos que desarrollaron proteínas sensibles a la luz. Estas proteínas pudieron servir como precursoras de los sistemas oculares más complejos encontrados en los animales actuales. La evolución de estas estructuras ha permitido a las especies adaptarse a diferentes ambientes, otorgándoles ventajas en supervivencia y reproducción.
Dentro de las muchas variaciones que existen de los receptores de luz los ojos son la más extendida dentro del reino Animalia. Sin embargo la complejidad de estructuras que se han creado y su utilización son muy diversas. Los ojos compuestos están presentes tanto en insectos como en el resto de los grupos de Artrópodos, el Filo con más éxito dentro de los animales y otros animales como los moluscos o los anélidos, presentan ojos compuestos, aunque no tan importantes en su estructura corporal como en los insectos. Los artrópodos poseen tanto con ojos compuestos, como simples. Normalmente los insectos cuentan con un par de ojos compuestos en posición dorso-lateral de su cabeza. Mientras que los ojos simples, denominados ocelos, se encuentran en la parte superior de la cabeza, dependiendo de la especie pueden tener 2 o 3 ocelos.
Comparando, los moluscos como los cefalópodos presentan ojos que pueden recordarnos a los ojos de los vertebrados, pero estos poseen estructuras y evoluciones distintas. Este paralelismo muestra la convergencia evolutiva, donde diferentes linajes evolucionan de manera independiente para desarrollar características similares. Los avances científicos recientes han descubierto detalles fascinantes sobre la visión cromática en diversas especies, revelando capacidades únicas de percepción que superan lo visible para los humanos.
Los ojos compuestos no son una simple agrupación de ojos simples. Este órgano visual está formado por entre 12 y hasta 6.000 unidades receptivas, los omatidios. El número de omatidios varía entre las diferentes especies de insecto. Estas estructuras están formadas por una lente y un rabdómero (células receptoras agrupadas que se sitúan en paralelo unas de otras).
El protocerebro, región del cerebro de los insectos que recibe y procesa la información ocular obtiene una imagen en mosaico, no una gran cantidad de imágenes múltiples. La ventaja del ojo compuesto reside en su capacidad para detectar movimientos muy rápidos, acordes con los rápidos movimientos de los insectos. La forma casi esférica de los ojos compuestos les permite obtener información en un ángulo de visión muy superior, además los ojos compuestos en general permiten ver en un rango de luz superior al visible (dependiendo de la especie son capaces de ver en el infrarrojo y/o en el ultravioleta), incluso son capaces de diferenciar la polarización de la luz. Por contrapartida los ojos compuestos al no poseer una lente central no son capaces de una gran resolución de imagen, ven borroso.
Uno de los animales más curiosos respecto a los ojos compuestos es una estrella de mar, Ophiocoma wendtii, cuya especie tiene el cuerpo recubierto de omatidios y por lo tanto tiene una visión completa de todo lo que pasa a su alrededor, literalmente.
Existe varios tipos de ojos compuestos, de aposición y de superposición, las diferencias entre ellos dependen de cómo hacen incidir la luz sobre la retina. Puedes leer más sobre ellos en el artículo que le dedicamos a comentar sus diferencias aquí.
El estudio de los ojos compuestos ha inspirado innovaciones tecnológicas significativas. Por ejemplo, las cámaras orientadas a la captura en 360 grados y los sensores de movimiento se han beneficiado de entender cómo los insectos procesan visualmente su entorno. Estas aplicaciones resaltan la importancia de la biomimética, un campo en crecimiento que adapta mecanismos biológicos a tecnologías humanas. Siguiendo esta inspiración, los ingenieros buscan mejorar sistemas de detección y alerta en vehículos autónomos, utilizando principios derivados de la capacidad de los ojos compuestos para detectar movimientos rápidos y presentar un amplio campo de visión en múltiples condiciones lumínicas. La interacción entre biología y tecnología promete continuar avanzando a medida que se descubren más aspectos fascinantes del mundo natural.