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Muestras de sangre y aguas residuales cuentan una historia sobre el COVID-19

Publicado por Ramón Contreras

La presencia de trazas de SARS-CoV-2 en aguas residuales está demostrando ser una herramienta eficaz para determinar la infección de comunidades. A pesar de que el virus se ve inactivado en el agua a temperatura ambiente, como le pasa a otros virus similares, restos de su genoma pueden ser detectados por pruebas de qPCR. Este sistema de detección temprano podría ser usado para el cierre preventivo de áreas con un número incipiente de casos de COVID-19. De hecho, los ensayos al respecto parecen indicar que hay un relación muy estrecha entre el número de positivos detectados mediante pruebas de PCR individuales y las realizadas a las aguas residuales. El estudio de la presencia del coronavirus en el agua puede revelar no solo la presencia de la enfermedad en una comunidad, sino la verdadera escala de infección. De hecho, más de una docena de grupos de investigación alrededor del globo están llevando a cabo análisis de este tipo para monitorizar la evolución de la pandemia.

Las plantas colectoras de aguas residuales reciben los deshechos de millones de personas. Se ha comprobado que el SARS-CoV-2 puede encontrarse en orina y heces tan solo 3 días después de la infección. Aunque todavía queda por establecer la cantidad de virus excretada en las muestras por paciente. En este aspecto todavía queda por determinar la cantidad de muestras diarias que deben analizarse para que los datos sean representativos. No obstante, monitorizar la presencia del virus en los puntos de recogida puede dar una visión más exacta de la dispersión del virus, puesto que los asintomáticos no llegan a hacerse test individuales. Finalmente, el análisis de las aguas residuales puede usarse en un futuro como una prueba no invasiva para alertar sobre posibles nuevos brotes futuros. Por otro lado la revisión de muestras de aguas residuales puede darnos una nueva visión sobre el inicio de la pandemia. Puedes leer el artículo en el que comentamos la presencia del virus en aguas residuales y muestras de sangre italianas en 2019 (aquí).

A estos datos hay que añadir que la revisión de las muestras tomadas en pacientes con gripe en la temporada 2019 están revelando posibles contagios de coronavirus anteriores. Fue notable el caso de un positivo de un residente parisino que había sido diagnosticado de gripe cuando en realidad pasó la COVID-19 sin haber salido del país desde agosto. Identificar al paciente cero es clave para conocer cómo se ha transmitido el virus. La falta de relación con el país chino y este caso hacen creer a las autoridades que el virus ya circulaba por el país para entonces. En este aspecto la WHO anima a revisar los casos anteriores porque afirma que es posible que algunos casos diagnosticados de gripe el año pasado fueran en realidad COVID-19. Aunque hay que ser precavido con estos datos y no asumir que la enfermedad se dispersó antes. De hecho, los datos sobre la temporada de gripe 2019 ha dejado un número de afectados similar a los años anteriores a nivel mundial. Por lo que podemos descartar que el efecto de la COVID-19 pasase completamente inadvertido. Si juntamos los datos de aguas residuales y de muestras del año anterior parece que empieza a formarse una historia ligeramente diferente de la que conocíamos.