Identificación de plantas: Raíces, tallos y hojas. Polinización.
Todas las plantas con flores, independientemente del grupo al que pertenezcan, constan de tres elementos básicos: un tallo, que no solamente sirve de soporte para las hojas y las flores, sino que constituye un verdadero órgano de transporte y circulación; las raíces, que fijan el tallo al sustrato y absorben agua y sales minerales; y las hojas, que no sólo se encargan de la respiración de la planta, sino que también realizan la importantísima función fotosintética, para la cual es imprescindible la luz solar.
Existen una gran diversidad de modificaciones que se apartan de las formas típicas. Los tallos, por ejemplo, pueden ser horizontales y paralelos al suelo, o estar transformados en órganos de reserva tales como los rizomas de los iris o los tubérculos de las patatas, pero también en su forma más típica pueden ser simples o múltiples, verticales o trepadores, y se les puede catalogar asimismo como herbáceos o leñosos en función de la cantidad de material reforzante, lignina, que se encuentre en sus tejidos. El tallo de una orquídea muerta tiene muy poca lignina, pues está destinado a soportar un peso muy liviano y durante una sola temporada, mientras que el tronco de un roble es evidente que produce una gran cantidad.
Las hojas suelen ser planas porque de esta forma disponen de una mayor superficie para poder actuar como los «pulmones» de la planta y para captar el máximo de energía solar. De todos modos, también aquí nos encontramos con algunas notables excepciones que les permiten sobrevivir en condiciones extremas. Las hojas se pueden transformar en espinas muy resistentes a la sequía o en pequeños y blandos cojines que actúan como reserva de agua.
Las raíces suelen presentarse como una red que penetra en el suelo o como un eje principal con numerosas radículas secundarias. Esta raíz principal puede desarrollarse mucho y convertirse en un importante órgano de reserva, como es el caso de la zanahoria. En algunos casos puede haber raíces aéreas.
Fecundación: polinización
Los componentes de una flor no son más que una yema y unas hojas modificadas con una única finalidad: llevar a cabo la polinización y la fertilización. En otras palabras, la flor es una fábrica de semillas y, dado que la polinización puede llevarse a cabo por medio del viento o los insectos, las flores estarán construidas en función de éstos.
Las flores destinadas a la polinización por insectos deberán contar con elementos que atraigan a las abejas, mariposas y otros insectos. Desarrollan pétalos grandes y atractivos, y a veces incorporan algunos colores del espectro que no pueden ser captados por el ojo humano. También suelen contar con glándulas aromáticas y nectarios, los órganos en los que se produce la miel.
Las flores que se polinizan con el viento tienen estas características muy reducidas o totalmente ausentes, pero están dispuestas de tal forma que su polen es capaz de aprovechar la más leve brisa para dispersarse e ir a parar a la parte femenina de alguna flor de las proximidades.