Tuberculosis
La tuberculosis es una enfermedad que lleva acompañando al ser humano casi desde los inicios. Los registros más antiguos de afectados de tuberculosis datan de hace 15.000 años. Según datos de la OMS en la primera quincena del siglo XXI se han salvado 50 millones de vidas gracias al rápido diagnóstico y a los tratamientos que se conocen en la actualidad para esta enfermedad. De igual manera la OMS apunta a unos 8 millones de infectados nuevos por año (de los cuales 2 millones mueren), con un total de 2000 millones de afectados. La causa de este mal es una bacteria, conocido como bacilo de Koch o taxonómicamente Mycobacterium tuberculosis, lee más sobre esta bacteria en su propio artículo aquí. En la actualidad se considera que son varias especies del género Mycobacterium las causantes de la enfermedad, M. bovis y M. africanum.
Patogenia: la tuberculosis es una enfermedad que afecta a las vías aéreas. Normalmente (en el 70% de los casos), los macrófagos fagocitan a las bacterias en los alveolos de los pulmones y cortan la infección, alrededor de 2 a 10 semanas tras la infección. Sin embargo, en el otro 30% de las situaciones los macrófagos no pueden acabar con ellos debido a que la bacteria impide la unión con los lisosomas del macrófago y se produce la infección.
Síntomas, diagnóstico y transmisión: al principio de la infección los síntomas son muy generales, fiebre, cansancio o falta de apetito. A medida que cursa la enfermedad aparece la tos con esputos sanguinolentos que persistirá, si duran más de 15 días es un indicativo de la enfermedad. También puede diagnosticarse por cultivo de muestras pulmonares en medios selectivos de crecimiento (aunque es un método de diagnóstico lento, pues el crecimiento de las bacterias se alarga entre 3 a 6 semanas). Un tercer método de diagnóstico es mediante una radiografía de los pulmones donde se puede ver el tejido necrosado de la infección. Es en los esputos en los que se encuentra la bacteria en su estado activo y el contacto con ellos (en forma de aerosoles o por contacto directo) es lo que causa la transmisión de la enfermedad, que no se contagia por el contacto de la piel, siempre y cuando no esté contaminada. La transmisión por M. bovis en la leche de las vacas se evita gracias a la pasteurización de la leche.
Tratamiento y profilaxis: existen una amplia gama de fármacos, antibióticos, que son capaces de matar a las baterías. Se dividen en tres grupos dependiendo de su toxicidad para el ser humano, siendo los menos tóxicos los primeros que se usan en el tratamiento. Sin embargo, en el caso de que no haya respuesta positiva al tratamiento se va cambiando el antibiótico por otros más potentes aunque más tóxicos. En cualquier caso los tratamientos suelen tener que alargarse hasta 4 meses. Como ya se ha dicho la pasteurización es un paso importante en la prevención. La mejora de las condiciones de vida es un paso importante para evitar la transmisión de la enfermedad. Finalmente el uso de medicamentos, comunes ya en muchos países, en la población infectada evitaría el contagio de personas sanas.