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Biomarcadores para diagnosticar la cardiopatía isquémica

Publicado por Ramón Contreras

La cardiopatía isquémica es la principal causa de muerte en el mundo, según los datos de la OMS tomados en 2019 (antes de la pandemia). Esta dolencia ocurre cuando las arterias que riegan el corazón y tienen que proporcionarle el oxígeno y la energía necesarios para funcionar no son capaces de cubrir la demanda. Una de las causas más comunes de que esto ocurra son las placas de ateroma, acumulaciones de grasas entre las capas celulares que forman la pared de la arteria que causan el engrosamiento de la arteria y, por lo tanto, disminuye la luz de la arteria. Cuando se realiza un esfuerzo y aumenta la demanda del corazón, será cuando se produzca el problema más grave relacionado con la cardiopatía isquémica y dañará el corazón, el infarto o angina de pecho.

La cardiopatía isquémica afecta a cómo llega la sangre al corazón

Por suerte, la cardiopatía isquémica tiene una progresión lenta y es detectable con tiempo, por lo que podría ponerse remedio (aunque sea la principal causa de muerte). Para detectar estas enfermedades en el laboratorio nos aprovechamos de las moléculas biológicas que se relacionan con la enfermedad, a estas las llamaremos biomarcadores. Gracias al conocimiento que tenemos de todo el proceso, los biomarcadores nos darán información útil a tres niveles. Por un lado, nos ayudarán a diagnosticar la enfermedad (diferenciar individuos sanos y enfermos). En segundo lugar, los emplearemos con fines médicos para pronosticar la evolución de la enfermedad. No todos los marcadores se expresan al mismo tiempo ni en las mismas concentraciones, por lo que analizar la concentración de cada uno, y repetir estos análisis en el tiempo nos permitirá saber cómo va la enfermedad y, por lo tanto, actuar en consecuencia. Finalmente, los biomarcadores pueden ser usados con fines terapéuticos. En esta ocasión los emplearemos para saber si la medicación, el tratamiento o simplemente los cambios de hábitos están haciendo retroceder la enfermedad.

Emplearemos principalmente 3 marcadores: Las troponinas, la creatina kinasa y el péptido natriurético tipo B.

Las troponinas son proteínas del músculo esquelético. En un paciente sano no se detecta en sangre, pero si el corazón está dañado, el contenido de las células musculares irá al torrente sanguíneo y podremos detectar las troponinas. Las empezaremos a detectar tras 2 horas después de la lesión y aunque en las primeras 24 horas tendrán su máximo pico las seguiremos encontrando durante los próximos 14 días. Con las troponinas podemos establecer cuando ha sido el infarto. Pero no todas las lesiones musculares pueden ser cardíacas. Es por eso que empleamos el segundo biomarcador, la creatina kinasa. El corazón tiene una isoforma específica CK-MB, por lo que si encontramos troponinas debemos buscar qué isoforma de CK tenemos para descartar daños en otros músculos CK-MM, o en el cerebro o en el músculo liso CK-BB. El péptido natriurético tipo B (BNP) es una hormona que libera el corazón constantemente y se relaciona directamente con el esfuerzo cardíaco. Así que altos niveles de BNP querrán decir que el corazón está realizando un esfuerzo o lo ha hecho en las últimas dos horas. Si a esto se suman CK-MB y troponinas podemos establecer que el paciente acaba de tener una angina de pecho.