Sincitios y colonias: pasos en la evolución desde los organismos unicelulares a los pluricelulares
Solemos pensar que los organismos vivos se dividen en unicelulares y pluricelulares. La cosa no es tan sencilla.
- Los seres vivos que están constituidos por una sola célula realizan también todas las actividades propias de la vida, tales como la nutrición, la reproducción y las relaciones con el medio externo; son organismos como los demás, aunque unicelulares, es decir, que una sola célula ejecuta todas estas funciones.
- Hay un segundo grupo de organismos constituidos por muchas células: son seres pluricelulares. Esta agrupación celular puede ser sencilla o bien adquirir gran complejidad morfológica.
¿Y qué es eso de los «plasmodios y sincitios»?
La constitución celular, tal como conocemos, no siempre se da en todas las masas vivientes, sino que a veces se encuentran organismos constituidos por una masa plasmática con varios núcleos sumergidos en ella, no apreciándose límites celulares: esto constituye un plasmodio. Una masa celular con varios núcleos.
Aun cuando el plasmodio tiene una masa citoplasmática continua, se admite, sin embargo, que cada núcleo rige la actividad del citoplasma que le envuelve, llamándose enérgida a este territorio citoplasmático (cercano) controlado por el núcleo. El plasmodio se origina por divisiones sucesivas del núcleo, acompañadas por un aumento de masa del citoplasma, a. pesar de lo cual éste no se divide.
De aspecto parecido al plasmodio, pero formado por fusión de células, es el sincicio (tambien llamado sincitio o cenocito). Aquí, las células, en un principio individuales, emiten prolongaciones que se fusionan, y queda generalmente una red de células, sin límites que separen las unas de las otras.
A medio camino se sitúan los organimos coloniales.
Este proceso de diferenciación y especialización celular es esencial para la supervivencia y el éxito de los organismos pluricelulares. Permite que las células trabajen juntas de manera más eficiente, cada una realizando una tarea específica para el bien del organismo en su conjunto. Este nivel de cooperación y coordinación celular es lo que permite a los organismos pluricelulares alcanzar tamaños y niveles de complejidad que serían imposibles para los organismos unicelulares.
En los organismos pluricelulares aparecen los tejidos.
La agrupación celular, con la consiguiente diferenciación del trabajo fisiológico, representa una mayor eficacia en la actividad del conjunto. La división del trabajo presupone unas adaptaciones de la forma de la célula a la función que ha de realizar, para poder así efectuar su cometido con mayor perfección. El resultado de las adaptaciones celulares a un trabajo fisiológico determinado es la aparición de grupos de células con una morfología típica y con una función propia: este conjunto celular constituye un tejido.
Entre los vegetales inferiores las agrupaciones celulares suponen el principio de la formación de un tejido, aunque imperfecto, puesto que no está diferenciado, y al cual podemos denominar parénquima. En este tejido todas las células llevan a cabo funciones diversas.
En los organismos pluricelulares más avanzados, como los animales, la diferenciación celular y la formación de tejidos alcanzan niveles de complejidad aún mayores. Los tejidos se organizan en órganos, que a su vez se agrupan en sistemas de órganos, cada uno con una función específica en el organismo. Por ejemplo, en el sistema nervioso, las células nerviosas o neuronas se especializan en la transmisión de señales eléctricas, mientras que en el sistema circulatorio, las células sanguíneas se especializan en el transporte de oxígeno y nutrientes.
Así, la evolución desde los organismos unicelulares a los pluricelulares ha implicado un aumento en la complejidad y la especialización celular, permitiendo la aparición de una diversidad de formas de vida y adaptaciones al medio ambiente. Sin embargo, a pesar de esta diversidad, todos los organismos comparten la característica común de estar compuestos por células, ya sean unicelulares o pluricelulares, lo que refleja la unidad fundamental de la vida en la Tierra.