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Linfocitos B y T contra la cepa californiana del SARS-CoV-2

Publicado por Ramón Contreras

Como ya comentábamos a semana pasada, la eficacia de las vacunas frente a diferentes cepas del SARS-CoV-2 es uno de los principales focos de la atención mediática del momento. Una de las variantes que más alarmas ha hecho saltar es la cepa californiana CAL.20C (B.1.427/B.1.429). Un estudio publicado en la prestigiosa revista Science (en junio de 2021) anunciaba que los anticuerpos monoclonales generados por las vacunas de mARN (que son los que se forman por las marcas Pfizer y Moderna) tenían un efecto de dos a cinco veces menos contra este conjunto de cepas.

El estudio achacaba estos problemas a varias mutaciones puntuales. La primera de ellas, en la posición 452 de la proteína de la espiga, que ha sufrido un cambio de una leucina a una arginina (L452R). El estudio estadounidense y suizo presentaba a la nueva cepa con 34 tipos de anticuerpos que reconocían la proteína de la espiga. Estos anticuerpos estaban generados por sujetos que o bien habían sido inmunizados con la vacuna o que habían pasado la cepa alfa, o la variante Wuhan como se conoce también. De los 34 anticuerpos probados 14 de ellos vieron su actividad neutralizadora reducida. Estos anticuerpos se unían al dominio receptor de la proteína, uno d ellos más estables. Pero por otra parte, otros anticuerpos generados del mismo modo vieron su efectividad completamente mermada ante un conjunto de mutaciones (las sustituciones de S13I y W152C) que alteraban la conformación de la región N-terminal de la proteína puesto que formaban un enlace disulfuro nuevo cambiando la configuración de la proteína. Esta mutación doble presente en la cepa californiana hizo que 10 de los 10 anticuerpos probados fueran completamente ineficaces. A estas tres mutaciones que están presentes en las cepas B.1.427/B.1.429 has que sumarle diferentes mutaciones que cada una acumulan en otros genes, pero que no parecen tener la relevancia de las anteriores para la respuesta inmune.

Este estudio hizo saltar las primeras alarmas y puso en jaque la validez de las vacunas. Sin embargo, los anticuerpos son solo una pequeña parte del sistema inmune. Estos anticuerpos monoclonales generados por células B del sistema inmune eran la barrera contra el virus, que llevaba mostrando gran eficacia desde los primeros ensayos. El problema de estos anticuerpos, como su nombre indica, es que son clones. Tienen la ventaja de que se generan en gran cantidad y rápidamente como respuesta ante algo conocido.

Sin embargo, existen otras formas de protección que se generan por el sistema inmune tras la vacunación o la presentación del virus de forma natural. Otros anticuerpos, denominados policlonales, tienen capacidad para una variación mayor, son capaces de reconocer zonas más diversas del antígeno. Aquí es donde entran en juego los linfocitos T. Estos linfocitos que actúan normalmente tras los linfocitos B tienen una mayor capacidad adaptativa. Un nuevo estudio publicado en Cell Reports Medicine muestra que gracias a la vacuna o a pasar la enfermedad el sistema inmune sigue reconociendo diferentes variaciones o cepas.

Los linfocitos T, la segunda barrera de defensa, son mucho menores en la sangre en comparación con los B, pero su adaptabilidad es lo que les otorga la victoria a largo plazo contra las infecciones.