Personas que se parecen pero no son familia comparten el mismo ADN
Todos conocemos a alguien que se parece a un famoso, o a dos personas que sin estar emparentadas tienen unos rasgos faciales similares. Históricamente, existe gente que se ha ganado la vida debido a su parecido con monarcas, presidentes, estrellas del rock o casi cualquier famoso. Otro de los grandes pasatiempos de internet es reconocer a famosos actores actuales en fotos antiguas, dado su parecido con gente anónima de la otras épocas. Los dobles, como se les llama a estas personas, pueden sacar provecho de su contrapartida famosa, bien apareciendo en anuncios, series y películas o bien suplantando al original en determinadas situaciones. Un estudio reciente ha revelado que su parecido físico no es lo único que comparten y es que para tener un físico parecido hay que tener una genética parecida. Efectivamente, un estudio llevado a cabo con gente que posee rasgos parecidos, pero que no están emparentados, ha demostrado que ambas personas poseen unos alelos idénticos para algunos genes.
Esto no debería sorprender a nadie. Si pensamos bien, todos sabemos que las personas emparentadas se parecen entre sí y que esto es fruto de la genética, puesto que comparten variantes, o alelos, idénticos de genes concretos. Que los familiares se parecen es algo que sabemos desde antiguo y gracias a los trabajos de Mendel, sabemos que esto es debido a la herencia del material genético. Los gemelos, que comparten el 100% del genoma, son casi idénticos y solo con el tiempo y la vida van diferenciándose un poco. Mientras que dos hermanos, aunque se parezcan ya son claramente diferentes, y comparten solo el 50% del genoma. Lo curioso de este descubrimiento es que demuestra que un rostro está determinado, en su mayor parte, por una conjunción de variantes genéticas concretas y que esta combinación puede darse más de una vez. La contrapartida de esto es que no somos tan únicos como pensábamos. Y es que aunque no compartamos ni el 100, ni el 50% de los genes con alguien puede darse la casualidad de que sí compartimos justamente la mayoría de los genes que marcan nuestros rasgos faciales con otra persona genéticamente alejada de nosotros.
Las semejanzas tan notables que se han hallado entre las 32 parejas que se han sometido al análisis se han relacionado con el ADN, mientras que la explicación para las pequeñas diferencias que evidentemente distingue a cada uno parecen relacionarse más con las marcas epigenéticas que se van adquiriendo con la edad, del mismo modo que los gemelos se van diferenciando a pesar de poseer el mismo genoma.
El estudio sobre estos “falsos gemelos” publicado recientemente en Cell Reports, parte de un equipo de investigación español que trabaja en cáncer. Existen variantes de genes que se relacionan con una alta probabilidad de desarrollar un cáncer. Cuando a una persona se le detecta una variante de este tipo, se suele informar a la familia para que se hagan pruebas en busca de la misma variante. Este tipo de estudios pueden ayudar a la clínica forense a descubrir y anticipar enfermedades (como el cáncer) y plantear seguimientos o soluciones basándose en la similitud genética sin que haya relación de parentesco cercana.