Homocigotos y homocigotas
No es una noticia nueva que el planeta está perdiendo zonas donde la vida animal y vegetal sigue su curso sin la intromisión humana. Sin embargo, la velocidad a la que se están perdiendo las zonas de vida salvaje y lo dispersas que quedan unas de otras ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional. Un equipo australiano de ecólogos ha llevado a cabo un trabajo durante los últimos 20 años que ha concluido en que en este periodo de tiempo se ha perdido alrededor del 10% de las regiones salvajes del mundo. El trabajo ha sido publicado en la revista científica Current Biology en Agosto de 2016 y concluye que ya solo queda un 23,2 por ciento de la superficie terrestre salvaje.
Además de la pérdida de biodiversidad, este fenómeno también tiene un impacto significativo en el cambio climático. Las áreas silvestres actúan como sumideros de carbono, absorbiendo CO2 de la atmósfera y ayudando a mitigar los efectos del calentamiento global. Sin embargo, a medida que estas áreas se reducen, también lo hace su capacidad para capturar carbono, lo que acelera el ritmo del cambio climático.
Nos estamos refiriendo a sitios de selva virgen, lugares inexplorados en todo el mundo y en todos los ecosistemas donde a finales del siglo pasado los animales no se cruzaban con la civilización, esas zonas casi míticas de las grandes historias de exploradores están desapareciendo, se acabaron las playas vírgenes donde nadie había puesto un pie nunca. La población del ser humano crece a gran velocidad y necesita nuevos sitios donde vivir. Para ello ocupa nuevas áreas constantemente con lo que altera y en muchas ocasiones elimina los ecosistemas establecidos en diferentes áreas. La consecuencia principal de esto es la pérdida de formas de vida, la diversidad biológica. Dentro de las áreas salvajes se incluyen en el estudio aquellos sitios habitados por el ser humano, indígenas, pero donde su presencia no alera el ecosistema.
El estudio revela que el Amazonas ha perdido un 30% de sus áreas salvajes, mientras que en África se han perdido el 14% de las zonas donde el ser humano no se inmiscuía. El estudio no dice que se estén perdiendo los hábitats naturales o sean zonas donde se han establecido poblaciones humanas. En estos 3,3 millones de kilómetros cuadrados todavía prevalece la vida salvaje, sin embargo la mano del hombre ya se ha notado, actividades como la tala, la caza o el cultivo aprovechan estos nuevos terrenos.
Además, la pérdida de estas áreas salvajes tiene un impacto directo en las comunidades indígenas que dependen de ellas para su supervivencia. Estas comunidades a menudo tienen una relación simbiótica con su entorno, dependiendo de él para su sustento y, a cambio, protegiéndolo y preservándolo. La pérdida de estas áreas salvajes amenaza su modo de vida y su existencia misma.
Muchas de estas zonas de vida libre no están reconocidas dentro de parques naturales o de otras figuras de protección medioambiental, es más, las zonas protegidas son por definición zonas donde la intervención humana es palpable. El problema de estas zonas ignotas es que no tienen ningún tipo de regulación que las ampare. Muchas de ellas ni siquiera han sido estudiadas científicamente.
Quedan, según el estudio, unos 30 millones de kilómetros cuadrados de tierra emergida que todavía se consideran salvajes, aproximadamente un 23% de la tierra. Estas zonas se pueden encontrar principalmente en el norte de América, en el norte de Asia y en el Norte de África, así como en el centro de Australia. Por su parte la región que más zonas salvajes ha perdido ha sido el sur del continente americano, donde las potencias emergentes echan mano de sus recursos forestales para aumentar su producción. Afortunadamente el 80% de estas tierras salvajes se encuentran agrupadas, posiblemente por la dificultad de colonizar diferentes áreas del planeta. Sin embargo, de las 350 zonas que se consideraban de vida salvaje a principio de la década de 1990 treinta y siete has sucumbido a la acción humana.
Es imperativo que se tomen medidas para proteger y preservar estas áreas salvajes restantes. Esto no solo es crucial para la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático, sino también para las comunidades indígenas que dependen de estas áreas para su supervivencia. La conservación de estas áreas salvajes es una responsabilidad que todos compartimos y es crucial para el futuro de nuestro planeta.