¿Qué es la resiliencia ecológica?
La resiliencia ecológica, es la capacidad de un ecosistema para mantener sus patrones normales de ciclo de nutrientes y producción de biomasa después de haber sido sometido a daños causados por un disturbio. El término resiliencia refiere entonces a la capacidad de un ecosistema para responder a algún tipo de perturbación, y a su vez, una medida de la rapidez con que se recupera. Hay dos formas principales de medir la resiliencia: observando el tiempo que tarda un ecosistema en volver a cualquier estado estable o observando qué tan bien un sistema puede absorber un cambio y mantener la misma función y estructura. Este último método reconoce que un sistema puede ser estable, pero aún no saludable.
Además de estas dos formas de medir la resiliencia, los científicos también pueden utilizar modelos matemáticos y simulaciones computacionales para predecir cómo un ecosistema puede responder a perturbaciones futuras. Estos modelos pueden ser particularmente útiles para anticipar los efectos del cambio climático y la actividad humana en la resiliencia de los ecosistemas.
La resistencia ecológica también se ha convertido en un elemento central para las prácticas de conservación y la gestión de los ecosistemas, en particular a medida que esta última ha centrado su atención en la importancia de los servicios de los ecosistemas. Dichos servicios incluyen el suministro de alimentos, combustibles y productos naturales; la mediación del clima; la remoción de materiales tóxicos de reservorios ambientales; y el disfrute estético que los humanos derivan del mundo natural. Si bien muchas especies conservan importancia en el marco de los servicios ecosistémicos, gran parte del enfoque de la conservación se ha trasladado de las especies individuales al mantenimiento del ecosistema en su conjunto, especialmente su capacidad para conservar su estructura y tasa de productividad.
Un ejemplo de cómo se aplica la resiliencia ecológica en la gestión de ecosistemas es el manejo adaptativo. Este enfoque implica monitorear continuamente un ecosistema y ajustar las estrategias de manejo en respuesta a los cambios observados. El objetivo es mantener la resiliencia del ecosistema al permitir que se adapte a las perturbaciones en lugar de intentar prevenir todas las perturbaciones.
Si bien la resiliencia no tiene que ver específicamente con los impactos humanos, son los enormes impactos que los humanos tienen lo que motiva a gran parte del estudio sobre el tema, porque hay muchos de ellos. Por ejemplo, la deforestación es un disturbio antrópico (ocasionado por el hombre). La tala de árboles, generalmente para actividades humanas como la agricultura o la construcción, puede causar que las condiciones climáticas en el área local cambien por sí solas y tiene enormes efectos en la reducción de la biodiversidad. Generalmente los bosques son capaces de recuperar el 10% de su área sin demasiada dificultad. Lo hacen simplemente extendiendo sus semillas en el área deforestada. Pero cuanto más grande es la zona afectada, más difícil se vuelve.
Igualmente importante, es la identificación de las características estructurales del ecosistema que podrían impedir el riesgo de colapso sistémico o dotar a un sistema con la capacidad de recuperarse de una perturbación, es decir aportar a su resiliencia. En los sistemas ecológicos, los ecólogos pueden considerar elementos clave la diversidad y la heterogeneidad entre los componentes individuales (como especies, poblaciones u organismos) y las características del paisaje dentro de un ecosistema. Los gestores forestales, por ejemplo, intentan prevenir la propagación de incendios forestales en un bosque mediante la construcción de cortafuegos que siguen los cambios en el paisaje, como los que separan una parcela de árboles de otra. Además, la redundancia (superposición de nicho entre especies) y la modularidad (la interconexión de los componentes de un sistema) se consideran factores importantes que determinan la capacidad de recuperación de un ecosistema, es decir, su resiliencia.
Por último, es esencial destacar que la resiliencia ecológica no es solo una medida de la capacidad de un ecosistema para recuperarse de las perturbaciones, sino también una medida de su capacidad para adaptarse a los cambios a largo plazo. A medida que el cambio climático y otras presiones humanas continúan alterando los ecosistemas de todo el mundo, la resiliencia ecológica se vuelve cada vez más importante para la supervivencia y el bienestar de todas las especies, incluidos los humanos.