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Domesticación, genética y comportamiento animal

Publicado por Ramón Contreras

Desde que el ser humano empezó a hacer uso de animales para su provecho, hace más de 100.000 años, ha intentado que éstos respondieran de la mejor manera posible a sus necesidades. Que las vacas lecheras dieran más leche, las gallinas ponedoras más huevos o que los caballos fueran más rápidos. En cualquier caso, un rasgo que han compartido todos los animales domesticados ha sido su mansedumbre. Los animales salvajes, por norma general, rehúyen el contacto con los humanos. Es por esto que durante la domesticación de las especies domésticas se han seleccionado siempre los individuos con un comportamiento más tranquilo cerca de los humanos, incluso de aquellas especies, como los perros que han de mantener cierto grado de violencia para proteger una casa o a un rebaño.

Comparando especies domesticadas y su contrapartida salvaje encontramos que los domésticos presentan algunos rasgos fenotípicos, morfológicos, diferentes de los salvajes. Probablemente esto es debido en parte a la selección de esos caracteres y en parte a que esos caracteres se transmiten hereditariamente con otros caracteres, como la mansedumbre, que se quieren potenciar.

Existen pruebas gráficas de la domesticación 8.000 años antes de Cristo, aunque las pruebas moleculares alejan mucho más el inicio de la domesticación.

Existen pruebas gráficas de la domesticación 8.000 años antes de Cristo, aunque las pruebas moleculares alejan mucho más el inicio de la domesticación.

La mayoría de estos estudios empezaron en la década de 1970 y se alargaron algunas décadas. El ejemplo de estudio del efecto de la domesticación sobre los animales salvajes por excelencia es el zorro colorado (Vulpes fulva), llevado a cabo por el ruso Dmitri Belyaev. Belyaev profundizó en el efecto de la domesticación y en la mansedumbre. Cuando se encierra a animales adultos salvajes estos presentas síntomas de psicosis y depresión que pueden llegar a la muerte. Durante la domesticación de esta especie había especímenes más tranquilos que otros, que conseguían sobrevivir a la cautividad. Éstos en pocas generaciones mostraban variaciones en la inserción de las orejas, la torsión de la cola o incluso en el color del pelaje, respecto a los zorros salvajes colorados. Las generaciones siguientes eran más mansas y un estudio bioquímico reveló que sintetizaban una mayor cantidad de serotonina, un neurotransmisor encargado de moderar la respuesta al miedo.

En otro estudio similar, que ha durado más de 30 años con ratas y hurones, se observaba que las seleccionadas o domesticadas se podían tocar con las manos desnudas e incluso buscaban el contacto humano. Por el contrario las salvajes eran muy excitables y agresivas hacia los cuidadores.

La idea es comparar la expresión génica entre ambos grupos y ver cuáles son las variaciones genéticas ocasionadas en los animales domesticados. Sabiendo que genes intervienen en la mansedumbre y en la domesticación podrían intentar domesticarse de nuevo muchas especies con las que se ha fracasado en el pasado, como por ejemplo las cebras.

Estudios realizados con caballos en 2014 muestran indicios de que la domesticación para obtener caballos más resistentes, más mansos y más dispuestos al aprendizaje ha conllevado también algunas mutaciones deletéreas fruto de la endogamia y la selección artificial. El conocimiento de los genes implicados en estos procesos de selección puede ayudar a la preservación de las especies domésticas, a su mejora y a la obtención de nuevas especies domesticadas sin los problemas genéticos que ha conllevado en otras especies.