La reforestación
La palabra reforestar hace referencia a la acción de repoblar un terreno con plantas forestales. Ya desde la prehistoria el hombre ha deforestado grandes superficies de bosque y los ha talado o quemado para cultivar, aprovechar la madera, obtener carbón o pasto para el ganado. Otras veces las causas de pérdida de terreno arbolado se deben a agentes naturales como grandes incendios.
Los bosques ejercen muchas funciones beneficiosas para el hombre y los ecosistemas, ya que protegen el suelo frente a la erosión, son un importante reservorio de carbono, proporcionan oxígeno y recursos como la madera o el corcho, y son refugio para una gran diversidad de especies. Por eso, en muchas ocasiones es necesario fomentar la recuperación de antiguos bosques que se perdieron en el pasado.
Aunque cada caso es único, se pueden dar algunas pautas sobre los pasos a seguir en la reforestación de un monte:
– Desbroce y preparación del suelo: en ocasiones es necesario desbrozar para eliminar competencia de las plantas herbáceas con las especies forestales. Lo más recomendable es ser lo menos agresivo posible, y es preferible desbrozar de forma selectiva, sin eliminar totalmente la cubierta vegetal, que también ejerce un efecto protector.
– Transporte y plantación o siembra de especies: tanto la siembra como la plantación tienen sus ventajas e inconvenientes. La siembra directa es más barata, ya que se eliminan los costes del vivero. Además, la raíz de las nuevas plántulas crece sin impedimentos. En el caso de los plantones de vivero, las raíces se pueden atrofiar por efecto de la maceta, y esto puede hacer que tengan más dificultad para sobrevivir una vez llevadas al campo. Por otro lado, las plántulas de vivero son de mayor tamaño y resisten mejor el ataque de insectos y de animales herbívoros.
– Cuidados culturales: riegos, reposición de marras o plántulas muertas, colocación de protectores frente al ganado, etc.
La elección de las especies con las que repoblar debe atender a una serie de criterios ecológicos y económicos. Lo más recomendable es utilizar especies de la zona o autóctonas, ya que son las que están más adaptadas a las condiciones ambientales – suelo, clima- del lugar. En el caso de que se vaya a haber algún tipo de aprovechamiento, las especies también se elegirán atendiendo a criterios como la velocidad de crecimiento, la facilidad de transporte, o el uso que se le vaya a dar.
Existen distintos métodos de plantación:
– A marco real: cada planta ocupa el centro de un cuadrado en una cuadrícula.
– A marco rectangular: igual que el marco real pero la superficie se divide en rectángulos.
– Al tresbolillo: el terreno se divide en rombos. Este método permite plantar más cantidad de individuos en la misma superficie.
Además de los métodos tradicionales, recientes investigaciones en ecología sugieren nuevas técnicas que aprovechen el potencial de la naturaleza y su capacidad de regenerarse. Por ejemplo, en climas secos y con mucha densidad de herbívoros, se pueden emplear plantas que actúen como nodrizas o facilitadoras: se trata de sembrar o plantar debajo de un arbusto grande que, por un lado proporciona sombra y evita la evaporación de agua en el entorno en el que crece el nuevo individuo y, por otro, le protege de la depredación por animales herbívoros.