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Acuarios de grandes mamíferos ¿cárceles o centros de recuperación?

Publicado por Ramón Contreras

Aunque parte de la población no sea consciente de ello o lo ignoren deliberadamente, muchos zoológicos llevan a cabo grandes labores de conservación y cuidado del medio ambiente. Son estas instalaciones las que reciben a los animales exóticos que la población deja desamparada porque ya no les hacen gracia, se han vuelto grandes o peligrosos y otra sarta de irresponsabilidades. Son estas instalaciones las que gestionan y cuidan muchas veces a individuos de especies autóctonas que han quedado heridos y no son capaces de recuperarse por sí mismos. Es verdad que no todos los zoológicos tienen estas virtudes y algunos son auténticas prisiones de animales, pero ni todo es blanco ni negro en la realidad.

Será difícil encontrar un hábitat donde mantener al animal vivo más grande del planeta en condiciones dignas.

Una de estas diatribas sobre el papel que juegan los zoológicos respecto a la conservación y la divulgación de las ciencias naturales en la sociedad es la de los cetáceos (ballenas, pero también orcas, delfines y calderones). Estos grandes mamíferos acuáticos ya sabemos que tienen un alto nivel de conciencia e inteligencia. Es por eso que muchas veces se considera que necesitan unas condiciones para vivir que un zoológico no puede asumir en cuanto a espacio y profundidad. Las grandes ballenas, que alcanzan más de 20 metros de largo y recorren miles de kilómetros al año, se ven encerradas en recintos que ni por asomo pueden emular las condiciones naturales.

Sin embargo, en la actualidad estos grandes mamíferos enfrentan muchos problemas en la naturaleza. La caza, la degradación de su hábitat, la extinción de sus presas (por la sobreexplotación pesquera), o simplemente el ruido y la presencia de los navíos humanos son algunos de los problemas a los que se enfrentan y, admitámoslo, no van ganando.

En el marco de esta realidad es cuando nos planteamos la utilidad de los zoológicos, ya no solo como lugar de recuperación de individuos enfermos, heridos o desprotegidos, sino como auténticos lugares de recuperación de especies. Centros donde, por ejemplo, planear la reintroducción de especies enteras mediante emparejamientos selectivos de poblaciones de la misma especie que han quedado separadas por la acción humana. Porque no solo la población general se beneficia de la presencia de estos mamíferos en acuarios. Los investigadores que quieren saber más sobre estos animales para protegerlos y restaurar su hábitat muchas veces utilizan los datos recopilados en estas instalaciones para poder seguir con sus estudios.

Por otro lado, que las personas puedan ver a los cetáceos “crea conocimiento y empatía” hace que estas especies y sus problemas sean más reales para nosotros y, por lo tanto, estemos más dispuestos a intentar encontrar soluciones y a sacrificar partes de nuestra forma de vida para intentar ayudar a su supervivencia. Un primer paso para crear una revolución ética y social con conciencia sobre otras especies con las que compartimos el planeta y a las que estamos dejando de lado.

Es cierto que los zoológicos están diseñados para exponer a los animales, para que se les vea bien. Sin embargo, de un tiempo a esta parte una parte importante de las máximas autoridades sobre bienestar animal y gestión de zoológicos están buscando puntos en común para generar espacios donde los animales puedan vivir en condiciones adecuadas y que los humanos podamos disfrutar de su presencia y conocerlos mejor.