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Emergencia, crecimiento y floración de la encina

Publicado por Victoria González

Germinación y emergencia: Las bellotas germinan si las condiciones de humedad son buenas. En primer lugar emerge una pequeña raíz – llamada radícula en esta fase -, que crece en dirección al suelo. Las especies de Quercus, por ser típicas de lugares con clima mediterráneo y veranos secos, invierten muchos recursos durante el primer año en el crecimiento en longitud de la raíz. Esto les permite llegar a capas muy profundas del suelo y acceder al agua cuando esta escasea. El crecimiento de la nueva planta depende mucho de los nutrientes de la bellota en las primeras etapas de vida. Muchos estudios han demostrado que las bellotas más grandes tienen mayores tasas de supervivencia, producen plantas mayores y son capaces de resistir mejor las condiciones limitantes que se dan en terrenos con poca luz o poca disponibilidad de nutrientes.

En primavera emergen las primeras plántulas. En este momento empieza otra de las etapas más limitantes en la regeneración de las encinas, ya que las nuevas plantas tienen hojas muy blandas y son muy vulnerables al ataque de insectos herbívoros. A la herbivoría se suma la fuerte sequía veraniega, y estos dos factores suponen un nuevo cuello de botella en la regeneración de las encinas. En algunos casos, no obstante, aunque la parte aérea de la planta se seque y muera, las raíces continúan vivas y cuando llega el otoño, con las primeras lluvias, la encina rebrota. El lugar en el que se sitúa la planta también es determinante. Por ejemplo, una plántula creciendo debajo de un arbusto espinoso va a estar más sombreada, y el arbusto le protegerá del sol, de la alta evaporación de agua y del ataque de animales herbívoros.

Floración: Las investigaciones indican que, por lo general, las encinas que superan los dos primeros años de vida consiguen llegar a la fase adulta. Esto sucede cuando la planta entra en la etapa reproductora, en torno a los 15 años de edad. Las flores masculinas se agrupan en amentos o gatillos que cuelgan en la terminación de las ramas. Son de color amarillo y la diseminación es anemófila, es decir, es el viento quien dispersa el polen que recibirán las flores femeninas. Estas son poco llamativas, con pedúnculo corto, y crecen aisladas o en grupos de dos. La floración se produce entre mayo y abril, aunque a veces se ha detectado una segunda floración en otoño. Tras esta última, sin embargo, no se producen frutos.

En la fase adulta hay diversos factores que ponen en peligro la supervivencia de la encina. Uno de ellos son las enfermedades, como por ejemplo la llamada `seca’, que en los últimos años ha terminado con miles de hectáreas de encinares. Esta enfermedad no es producida por un parásito concreto, sino que es una suma de síntomas que incluyen el ataque de patógenos y un debilitamiento general del árbol, lo que le hace más sensible a la sequía y a otros factores.

En las encinas se produce el fenómeno de la vecería, que consiste en la producción sincronizada de bellotas, de forma que en determinados años la producción es muy elevada, mientras que en otros los frutos son escasos. Una posible explicación a este patrón de producción está relacionada con la elevada depredación que sufren las bellotas. Si en determinados años hay una disponibilidad muy elevada de bellotas, hay más posibilidades de que se produzca un efecto de saciación de los depredadores y muchas de las bellotas enterradas no sean posteriormente relocalizadas.

El conocimiento del ciclo de vida de la encina y de los principales factores que afectan a su regeneración y supervivencia es clave para conservar mejor a esta especie y para llevar a cabo labores de gestión y restauración efectivas.