Dispersión de la bellota
La encina (Quercus ilex) es un árbol típico de la región mediterránea, donde abunda formando bosques y zonas de monte bajo. Además, es una de las especies dominantes en las dehesas, que son sistemas de pastizales aprovechados por el hombre para la agricultura y ganadería. Pertenece a la familia de las Fagaceas, grupo en el que se encuentran otras especies emblemáticas como el haya (Fagus sylvatica), el castaño (Castanea sativa) y el alcornoque (Quercus suber). Existen dos subespecies: Quercus ilex ilex, típica de ambientes costeros y con hojas más alargadas; y Quercus ilex ballota, de zonas más extremas.
Se trata de una especie típica de ambientes muy secos y con climas continentales: muy fríos en invierno y con altas temperaturas y sequía estival. Para poder sobrevivir en estas condiciones, la encina presenta adaptaciones típicas de la vegetación esclerófila: hojas gruesas, estomas protegidos por pelos, presencia de ligninas y ceras y control de la apertura y cierre de estomas para maximizar el aprovechamiento de agua y minimizar las pérdidas.
Las condiciones ambientales en las que se desarrolla, con altas temperaturas, sequía estival, suelos pobres en nutrientes y perturbaciones como el fuego, unidas a que la encina es una especie de crecimiento muy lento, hacen que su regeneración esté fuertemente limitada, especialmente en algunas de las fases de su ciclo de vida.
El fruto: El fruto de la encina se llama bellota, y está maduro a comienzos de otoño. Según la zona, las bellotas caen del árbol entre los meses de septiembre y enero. Antes de eso, los frutos ya pueden sufrir de depredación por parte de gusanos como los del género Balaninus, que atacan la bellota cuando esta aún no ha madurado y ponen allí sus huevos. Las larvas se alimentan de la bellota al nacer y salen de ella al terminar su desarrollo.
Dispersión: Cuando la bellota cae al suelo, comienza la fase dispersiva. Son muchos los animales que se alimentan de las bellotas, ya que tienen alto contenido nutritivo. Algunos de estos animales son los ratones, arrendajos, ardillas, urracas, jabalíes, ciervos, corzos e incluso pequeños escarabajos. La depredación es una de las fases más limitantes en el ciclo de regeneración de las encinas, y en algunos casos se ha llegado a contabilizar hasta el 100 % de pérdidas debidas a ello. Algunos estudios han demostrado, sin embargo, que cuando la bellota es atacada, pero el animal no se la come del todo, esta puede llegar a germinar, siempre que el embrión no esté dañado.
Por otro lado, los propios animales también pueden hacer de dispersores de las semillas. Por ejemplo, los ratones de campo suelen hacer `despensas´ en las que entierran el alimento. Algunas de estas despensas no vuelven a ser visitadas, y esto posibilita que la bellota sobreviva al invierno y germine.