¿Qué harías si pudieras saber cuando morirás?
¿Qué harías si te pudieran decir cuando morirás? Esta pregunta que parece sacada de una novela de ciencia ficción está cada vez más cerca de convertirse en realidad. Los avances técnicos en los campos de la biología humana y la química permiten en la actualidad conocer cosas como la probabilidad genética de desarrollar un cáncer u obesidad, así como otras enfermedades hereditarias. El problema radica, para los especialistas en salud sobre todo, en el límite entre el conocimiento y el bienestar de la persona. Saber de qué se va a morir, ¿ayudará a la persona o por el contrario empeorará su calidad de vida?
Desde el punto de vista científico se está desarrollando la bioética sobre el conocimiento y la manipulación humana y también en animales. Cuantas más posibilidades hay de conocimiento, mayores son las preguntas sobre cómo emplearlo. A este respecto la UNESCO creó en 1997 la Declaración de Derechos humanos en relación con la medicina.
Somos capaces de diagnosticar con total certeza enfermedades para las que no se tiene ninguna cura y en muchos casos tan solo tratamientos paliativos. En la actualidad se pueden diagnosticar de forma precoz una gran cantidad de alteraciones genéticas que darán lugar a enfermedades de todo tipo. Hay quien incluso afirma poder dar una estimación de la longevidad basándose en la longitud de los telómeros, las regiones de los extremos de los cromosomas. Los telómeros se han relacionado con la longevidad celular, pero no con la longevidad del individuo. Premio Nobel de medicina 2009 a los descubridores de la actividad de la telomerasa, la enzima que alarga los telómeros, más de ella aquí.
Las técnicas genéticas y de reconocimiento de proteínas permiten identificar a individuos con mayor riesgo de contraer algunos tipos de cáncer. A estos individuos se les puede recomendar revisiones frecuentes o hábitos de vida que ayuden a que nunca lleguen a tener cáncer. Por otro lado encontramos enfermedades como la corea de Huntington o mal de San Vito, que se desarrolla entre los 40 y los 50 años puede ser diagnosticada antes de nacer. Esta enfermedad neurodegenerativa no tiene cura y es mortal. A estos pacientes poco se les puede ayudar y es posible que una información de este calibre cause trastornos emocionales que pueden acelerar la dolencia. Los médicos tiene la obligación de informar a sus pacientes de su estado de salud (física y mental), pero alguien tiene que poner un límite a lo que el paciente puede soportar, en tratamientos invasivos y emocionalmente para evitar un sufrimiento injustificado.
En otros aspectos el asesoramiento genético prenatal puede ayudar a concienciar a los padres de posibles deficiencias que pueda tener su hijo, para que se informen y busquen la mejor manera de ayudar a su hijo. Enfermedades como el síndrome de Down, Turner, Prader-Willis o Dravet son detectables durante el embarazo. Pero llegados a este punto vuelven a surgir las preguntas sobre qué hacer ante un sufrimiento que se prolongará de forma constante e irremediable.
La ciencia, o más bien la estadística, ya nos hace saber la esperanza de vida media de una persona (68 años de media mundial, 70 en Latinoamérica y 73 en Europa), la probabilidad de contraer una enfermedad incurable o de morir en un accidente de coche. A pesar de las variables imprevisibles (como el accidente de coche) la ciencia es capaz de pronosticar la esperanza de vida de una persona basándose en un análisis de sangre casi exclusivamente. La pregunta que hay que plantearse pues es si de verdad queremos saber qué podemos esperar de la vida.