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Fitosanitarios y su controversia

Publicado por Ramón Contreras

Tan odiados como amados los fitosanitarios son una parte indispensable de nuestra agricultura contemporánea. El uso de pesticidas para acabar con insectos, bacterias, hongos y otros microorganismos perjudiciales para las plantas de interés agronómico es un hecho irrefutable. Del mismo modo, el uso de herbicidas para retirar las malas hierbas que compiten y en muchas ocasiones asfixian a las plantas de interés también es necesario para la mayoría de cultivos rentables. En este aspecto ninguna cultura agrícola se salva de emplear este tipo de compuestos químicos. Ya sea con fórmulas elaboradas y sintetizadas en laboratorio o con métodos menos efectivos e imprecisos pero más tradicionales se emplean estos elementos como parte integral de la agricultura. Cada cultivo tendrá su propio conjunto de herbicidas, pesticidas y abonos que estarán diseñados específicamente para defender, mejorar e incluso permitir simplemente el crecimiento en terrenos adversos.

La ciencia moderna ha creado multitud de estos productos con el fin de acabar con grupos concretos de parásitos y depredadores. Es verdad que en el pasado se han empleado fitosanitarios de amplio espectro por ser los primeros conocidos y por falta de desarrollo. El DTT es uno de estos casos que es extremadamente tóxico para todo tipo de seres vivos. Por suerte cada vez los químicos son capaces de desarrollar su acción en grupos más restringidos de seres vivos. Un ejemplo de un grupo de seres vivos que se intenta salvar con estas prácticas punteras es el de las abejas, muy afectadas por pesticidas que no van destinadas a ellas.

Hay quien se empeña en separar los fitosanitarios ecológicos de los más antiguos, pero la verdad es que todos siguen una línea evolutiva. Los ecológicos no hubieran podido ser desarrollados sin el conocimiento extraído de los primeros. Es verdad que la agricultura tiene que investigar mucho sobre este punto y caminar hacia un futuro más verde y sostenible, pero esto pasa por muchos pasos que ya se están empezando a dar. No se puede esperar pasos de gigante a un niño.

Por otro lado todos los biocidas, los productos que esperan acabar con alguna forma de vida, al final tienen ese efecto. No nos tenemos que engañar, sirven para matar seres vivos que se comen el alimento que está destinado a humanos y sus animales. Esto hace que determinadas dosis de estos biocidas que son para arañas, ácaros, gusanos, etc. a las dosis no adecuadas pueden afectar a la salud humana. En este aspecto muchas veces es el mal uso de estos productos de alto diseño tecnológico el causante de muchos de los problemas. No por abonar más las plantas crecerán mejor, ni por rociar con más pesticidas se evitarán más plagas. Esta idea es importante transmitirla a los agricultores pues es un poco contraintuitiva pero muy necesaria para el correcto funcionamiento de los productos y el cuidado del ecosistema. Finalmente, se ha visto que muchos productos que consumimos contienen trazas de estos compuestos, que ya hemos dicho que son perjudiciales para la salud. El debate sobre como eliminar este problema es muy largo y complejo, puesto que mientras se necesita más alimento para mantener a la población humana y para ello es imprescindible a día de hoy el uso de fitosanitarios, el mismo uso de ellos hace que el suelo se degrade, que el ecosistema se empobrezca e incluso puede haber problemas de salud. Una de las mejores salidas a este problema desarrollado por la ciencia es el uso de transgénicos que expresen de forma natural resistencia a las plagas. Sin embargo, el costoso desarrollo y la falta de conocimiento de sus ventajas por la sociedad están impidiendo que avancemos hacia un futuro más verde al paso que necesitamos.