Lo que dice la EFSA sobre la cantidad de azúcar libre en la dieta
Que el exceso de azúcar es malo es un hecho que todo el mundo conoce a estas alturas de la civilización. La industria alimentaria se ha aprovechado del gusto de nuestra especie por el dulce para promover platos y productos preparados con dudosas propiedades dietéticas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte las autoridades parecen preocuparse más por la nutrición de sus ciudadanos entendida como parte de los problemas de salud. El sobrepeso y sobretodo la malnutrición son problemas del primer mundo, pero más concretamente del segundo mundo. Son muchos los que asocian las peores dietas a las clases más desfavorecidas, gente sin la capacidad adquisitiva de conseguir alimentos de calidad o sin el tiempo o la formación para discriminar los niveles adecuados de cada alimento.
Recientemente la EFSA, la organización de la U.E. que regula y vigila la idoneidad de los productos comestibles de los países miembros ha llevado a cabo una gran recopilación de datos para observar los problemas asociados al azúcar. El estudio parte de los dos tipos de azúcares que hay en los alimentos, los presentes de forma natural en leche, fruta, verdura, etc. y los libres que son la suma de los naturales presentes en la miel, los zumos de frutas o el jarabe y los añadidos para enriquecer los platos preparados, la bollería, las bebidas y el resto de productos comerciables a los que se añade algún azúcar (glucosa, fructosa u otras hexosas).
Aunque tienen claro que hay un rango mínimo de azúcar que debemos ingerir en la comida, no han podido establecer un rango máximo seguro para la dieta. Así que su declaración final es que hay que reducir la cantidad de azúcar libre en la dieta lo más posible. Evidentemente, los primeros azúcares que hay que eliminar de la dieta serán los añadidos, que además se incluyen normalmente en alimentos procesados conocidos por la baja calidad nutritiva y el exceso de calorías que contienen.
Además, la EFSA ha señalado la necesidad de una mayor conciencia pública sobre las fuentes ocultas de azúcar en la dieta. Muchos alimentos que no se consideran dulces, como ciertos tipos de pan, salsas y aderezos, pueden contener cantidades significativas de azúcares añadidos. La organización también ha resaltado la importancia de la educación nutricional, tanto para los consumidores como para los profesionales de la salud, para ayudar a las personas a tomar decisiones informadas sobre su consumo de azúcar.
Tras analizar más de 30,000 estudios publicados y centrarse en 120 de ellos, la EFSA no ha conseguido establecer un Nivel máximo de ingesta tolerable. Este patrón está establecido para otros productos. La cantidad máxima de carne roja a la semana que se puede comer, o la de café son muy conocidas. Este máximo tolerable es la cantidad que el cuerpo humano puede soportar sin que le cause prejuicio a largo plazo. Establece cantidades de alimentos diarios, semanales o mensuales para prevenir cualquier tipo de enfermedad relacionada con la dieta. Para el azúcar libre no se ha encontrado un nivel máximo de tolerancia, encontrando cierta relación ente la toda de este tipo de azucares y diferentes enfermedades de corazón, dentales, obesidad o diabetes.
La imposibilidad de poder establecer una cantidad máxima se basa en que han encontrado una relación lineal entre consumir azúcar libre y efectos adversos en la salud. No han podido establecer una cantidad que no se relacione con problemas de salud. Además, los estudios no se han extendido a ciertos grupos de alimentos, como los batidos de leche, o muchos productos de bollería o la importancia de tomar diferentes grupos de alimentos en diferentes edades, como los zumos, batidos y cereales en niños y otros productos en adultos. La EFSA reconoce que queda mucho trabajo por hacer y recuerda que es la OMS la que tiene que establecer las cantidades tolerables en conjunción con los diferentes países.
En este sentido, la EFSA también ha enfatizado la necesidad de una mayor colaboración entre los gobiernos, la industria alimentaria y las organizaciones de salud para reducir la cantidad de azúcar en los alimentos procesados. Esto podría incluir la reformulación de productos para reducir su contenido de azúcar, la implementación de etiquetas de alimentos claras y comprensibles que indiquen la cantidad de azúcar añadido, y la promoción de alternativas más saludables.