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La toxicidad de los nudibranquios o babosas marinas

Publicado por Ramón Contreras

Los nudibranquios son un grupo poco conocido de moluscos sin concha, por lo que se conocen como babosas de mar. Ya hemos hablado de sus características en su artículo aquí, tal vez la más relevante sea que tienen las branquias al desnudo, de ahí su nombre. Una de estas características que merece una mención a parte es que muchos de ellos sintetizan toxinas. Al ser tóxicas ya no necesitan las conchas para protegerse de los depredadores. Sin embargo, no tratan de pasar desapercibidas, mas bien todo lo contrario. Los nudibranquios presentan colores llamativos y con mucho contraste, manchas amarillas se mezclan con azules y negros intensos, algunos emiten luz, etc. para alertar a los posibles depredadores del peligro que correrán si se los comen. Esta relación entre colores chillones y toxicidad está muy extendida por la naturaleza, se denomina aposematismo.

Este excéntrico grupo de moluscos no sintetiza sus propios metabolitos tóxicos. Muchas de las especies tóxicas de este grupo adquieren las toxinas en la alimentación. Se han especializado en comer esponjas venenosas, que no solo no se ven afectados por ellas sino que se aprovechan e incorporan las toxinas para que no se los coman a ellos. Un estudio reciente sobre nudibranquios en las costas de Australia demostró que 5 especies eran capaces de comer esponjas tóxicas y almacenar específicamente el compuesto tóxico Latrunculin A, uno de los más potentes que producen las esponjas. Los mecanismos digestivos y fisiológicos que emplean estos animales para que las toxinas no les afecten son desconocidos, precisamente porque deberían matarlos. En lugar de eso, han conseguido no solo sobrevivir sino que aprovecharlos en su propio beneficio. Uno de los problemas de este tipo de defensa es que requiere que el medio tenga esponjas de las que poder extraer las toxinas. Otras especies recogen las toxinas de otros productos de su alimentación, como algas, cianobacterias o de las medusas extraen los nematocistos. Llevados por esta habilidad suya para incorporar cosas se han descrito algunas especies que son capaces de hacer uso de los cloroplastos que adquieren cuando comen algas y realizar la fotosíntesis. Esto demuestra que su capacidad de incorporar elementos extraños de su dieta no se restringue tan solo a las toxinas. Cómo se ha seleccionado evolutivamente este rasgo es un misterio.

En este aspecto se ha visto que algunos nudibranquios del mar Rojo han conseguido sintetizar hasta 5 toxinas diferentes que les permiten sobrevivir en una región donde no hay esponjas.

Las toxinas suelen acumularse en las branquias o en glándulas en las que almacena la toxina y son excretadas al exterior de la piel, cuando son mordidos por un pez nota el sabor desagradable y suelta a su presa. Con el tiempo los peces aprenden a asociar los bellos colores de los nudibranquios al mal sabor y dejan de atacarlos.

No todas las especies generan toxinas o son capaces de asimilarlas. Algunas especies se valen de coloraciones similares a especies que sí son tóxicas para que las confundan con ellas y así evitar el mordisco del carnívoro. Otras especies por el contrario han adoptado camuflajes muy diversos y coloraciones disruptivas que les permiten pasar desapercibidas en su entorno natural y por lo tanto no son tóxicas.