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Fiebre amarilla

Publicado por Ramón Contreras

La fiebre amarilla es una enfermedad de transmisión por mosquitos que ha campado por la tierra durante muchos siglos. La fiebre amarilla recibe su nombre debido a que los enfermos adquieren un color amarillento de la piel, un síntoma claro de una afección del hígado. Los estudios sobre la enfermedad efectivamente demostraron que el hígado era uno de los órganos más dañados en los pacientes que finalmente morían. Se cree que la primera transmisión a humanos ocurrió en África a partir de primates. Desde allí se extendió a América con el comercio de esclavos y al resto del mundo.

La enfermedad que ha asolado las poblaciones humanas con cierta frecuencia fue contenida gracias al descubrimiento del médico cubano Carlos Finlay quien estableció por primera vez la relación entre la enfermedad y los mosquitos. Gracias a eso La Habana fue la primera ciudad en erradicar la enfermedad. Este descubrimiento, las condiciones sanitarias y a las nuevas medidas de higiene fueron el detonante para su erradicación a nivel global, salvo de regiones africanas donde los mosquitos infectados son endémicos y cada cierto tiempo surgen brotes nuevos de la enfermedad. Aunque el vehículo transmisor de la enfermedad son los mosquitos en realidad los problemas de la fiebre amarilla son causados por un virus de la familia Flaviviridae. Estos virus son conocidos por causar graves enfermedades como el dengue lee más de esta enfermedad aquí o la fiebre de Zika, lee más aquí. Se han asociado hasta 70 cepas de virus relacionadas con la fiebre amarilla. Todas ellas presentan envoltura proteica de forma icosaédrica y con una única cadena de ARN positiva.

Los mosquitos vectores son obviamente de especies bebedoras de sangre y la transmisión se realiza con la picadura de los mosquitos. Pertenecen a los géneros Aedes, Sabethes y Haemagogus, siendo el primero el más normal de todos. Es raro verlos a más de 1300 metros de altura, por lo que las ciudades andinas se salvaron de grandes mortandades que tenían lugar en zonas cercanas a la costa. Además de los mosquitos, se han reportado casos de transmisión a partir de garrapatas.

Tras un periodo de 3 a 7 días desde la picadura del mosquito la enfermedad durará un máximo de dos semanas con dos formas de cursar. En la forma leve aparece fiebre elevada, dolores de cabeza y escalofríos, vómitos y presencia de albúmina en la orina, a los tres días suele remitir. En los casos graves, tras esos 3 días la fiebre baja para volver a aparecer en unos días. En este punto aparece la ictericia (amarilleamiento de la piel en el 100% de los pacientes) y fallo renal. Se caracteriza por vómitos negros debido a la digestión parcial de la propia sangre en el estómago. El corazón se ralentiza y el paciente muere por fallo orgánico, normalmente el hígado o los riñones.

En la actualidad existe una vacuna contra la fiebre amarilla. Sin embargo, no existe remedio cuando una persona no vacunada es picada por un mosquito portador del virus. En esa situación tan solo pueden darse cuidados paliativos y esperar la recuperación del paciente por si solo. Gracias a las campañas de vacunación tan solo unas doscientas mil personas son afectadas por fiebre amarilla cada año (en las localidades donde son hay acceso a la vacuna), de ellas unas treinta mil mueren.