Estudiar los virus antiguos para evitar nuevas pandemias
La pandemia COVID1-9 producida por el virus de tipo coronavirus denominado SARS-CoV-2 ha puesto sobre la mesa el nivel de conocimiento que tenemos sobre los virus que existen en nuestro planeta. Cuando ha aparecido este nuevo virus infeccioso hemos podido averiguar con extrema rapidez su genoma, sus parientes evolutivos más cercanos, la proteína a la que se une o los mecanismos más probables de infección, así como los síntomas que causaba. Toda esa información la conseguimos en un tiempo reducido y es sin duda un éxito del conocimiento científico acumulado. Por razones como esta la investigación básica en organismos que en apariencia no tienen efecto sobre el ser humano -como puede ser el pangolín o el murciélago- puede devenir en algo crucial para la supervivencia de la población humana. Porque aquí no estamos hablando de estudiar especies animales para saber donde viven o qué comen, sino que todo el conocimiento acumulado del SARS-CoV-2 viene por el estudio de los virus que afectan a otras especies, aunque no afecten al ser humano.
El ser humano está colonizando todos los ambientes, ese es el principal punto a la hora de hablar de su éxito ecológico. Pero no hay que olvidar que la colonización absoluta del planeta expondrá a la especie humana a virus desconocidos hasta la fecha. Este tipo de suceso no es novedoso e incluso ha sido explotado por la ciencia ficción en multitud de ocasiones, siendo tal vez la más importante y primeriza de ellas “La guerra de los mundos” de H. G. Wells, en la que son los alienígenas los que mueren al llegar al planeta Tierra.
En este aspecto los virus son uno de los frentes más posibles de crear pandemias como la actual. En realidad los expertos en la materia hacía años que auguraban el advenimiento de una enfermedad de estas características. Por lo que no hay que descartar que este tipo de eventos se repitan en el futuro, así como han pasado en el pasado.
En este aspecto la paleovirología estudia los restos de virus antiguos que se han conservado en la secuencia genética de los animales. Estas secuencias incluidas en el genoma de diversos seres vivos hace millones de años han quedado silenciadas por los procesos de conservación de la especie. No obstante, algunas de ellas se han podido resucitar gracias a ingeniería genética inversa devolviéndoles su capacidad infectiva.
Sin embargo, gracias a las más nuevas técnicas de purificación de material genético podemos estudiar los virus aislados de muestras de animales congelados en permafrost. Animales como mamuts, ciervos o caballos primitivos son los objetivos de estos estudios realizados en Rusia. En este aspecto los virus de estos restos son “nuevos” puesto que hace tanto tiempo que no estamos en contacto con ellos que no sabemos si podrían afectarnos a nosotros o a las especies domésticas.
El calentamiento global está derritiendo el permafrost y está dejando a la vista una gran cantidad de restos animales en buen estado de conservación. De forma similar los virus que estos animales tenían podrían haber sobrevivido en el hielo. Así que el estudio de estos virus bien podría ayudar a proteger a la humanidad tanto de nuevos virus modernos como de virus antiguos que surjan del frío.