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Hongos que comen radiación nuclear

Publicado por Ramón Contreras

La vida tal y como la conocemos puede vivir en unos rangos más bien estrechos de condiciones ambientales. Sin embargo, cada vez encontramos nuevos organismos, y no solo bacterias, que pueden vivir en sitios impensables para el ser humano. La estratosfera sin oxígeno, o los geiseres con 400 grados de temperatura son algunos de estos sitios en los que hemos encontrado formas de vida. Hasta ahora cada vez que pensábamos que una región era demasiado extrema para albergar vida en poco tiempo hemos encontrado formas de vida que se habían adaptado para esas condiciones.

Las grandes fosas oceánicas son uno de los sitios más inexplorados, de hecho sabemos que hay varios kilómetros de profundidad que no hemos alcanzado todavía, y eso que hemos enviado a gente a la Luna. Otro de los grandes medios extremos son los polos debido a sus temperaturas que impiden el propio movimiento de las moléculas dentro del líquido intracelular. Pero en todas partes acabamos encontrando esporas de vegetales que resisten las temperaturas a la espera de nuevas condiciones más favorables o incluso pequeños líquenes que viven en las gotas de agua que se conservan líquidas entre el hielo.

En cualquier caso el último sitio donde esperábamos encontrar formas de vida capaces de sobrevivir es en los desechos nucleares. Estos materiales radiactivos, mayoritariamente creados por el hombre, suponen un problema imposible para la casi totalidad de formas de vida. La radiación altera el estado energético de las moléculas haciéndolas inestables. Esto es problemático cuando pasa a nivel de ADN o de proteínas esenciales impidiendo la función celular o destruyendo el material genético.

Pero finalmente hemos encontrado un ser vivo que no solo puede sobrevivir en este ambiente tan hostil sino que además tal vez sea una de las mejores soluciones a uno de los problemas asociados con la energía nuclear y con grandes catástrofes como son las fugas nucleares de centrales energéticas accidentadas. Un hongo es capaz de aprovechar la radiación. Su metabolismo es capaz de captar la energía emitida en la radiación e incorporarla en forma de energía química. Cryptococcus neoformans es el nombre del hongo en cuestión y puede descomponer el material radiactivo. La primera evidencia de las capacidades de este hongo se descubrió en 1991 cuando unos operarios manejando drones por control remoto vieron en la central de Chernovil como crecía un hongo en la zona de exclusión más severa.

Tras esto se experimentó con ellos durante 10 años y finalmente en 2007 se publicó en la prestigiosa revista Nature que estos hongos, no solo pueden vivir en la radiación mucho mejor que otros hongos, sino que gracias a un pigmento similar a la melanina que tenemos los animales en la piel o en los ojos para absorber la radiación. En su caso el hongo absorbía la radiación más nociva.

Las aplicaciones de este hongo son infinitas, desde la protección de los astronautas en la estación espacial de las radiaciones profundas (entre 40 y 80 veces mayores que en la tierra), la remediación de zonas afectadas por una catástrofe nuclear o incluso una nueva fuente de energía renovable para las baterías nucleares.