Bioplásticos: nuevas posibilidades
Los avances en las ciencias petroquímicas durante el siglo XXI promovieron un nuevo campo científico conocido como Polymer Science o ciencia de los polímeros. Esto arroja al mundo con una gran familia de nuevos materiales: los plásticos. Además de las propiedades ventajosas y únicas de los plásticos, también otorgan una gran huella de CO2 asociada a su producción, transporte y gestión. Además, una vez que finaliza su ciclo de vida, generalmente son incinerados, lo que provoca una mayor liberación de CO2, o desechados en vertederos, si no en mares, donde permanecerán durante décadas o cientos de años.
El uso de los plásticos seguirá creciendo exponencialmente y también será tarea de los científicos de polímeros corregir los problemas derivados de la producción y eliminación de plásticos. La transición de una economía fósil a una economía circular abarca el desarrollo de plásticos sostenibles. Un intento de abordar esta situación es la sustitución de plásticos a base de aceite por bioplásticos compostables constituidos por biomacromoléculas derivadas de plantas, como el caso de los bioplásticos a base de almidón de papa o maíz.
Otros biopolímeros naturales que se están estudiando como posibles candidatos para bioplásticos incluyen polisacáridos como la quitina de los mariscos, alginatos de algas marinas, celulosa o proteínas derivadas de la soja, el girasol, la leche, el suero o las plumas y residuos de peces.
Los bioplásticos de las plantas tienen la ventaja de adsorber CO2 durante la fotosíntesis. Además, después de su ciclo de vida, pueden integrarse fácilmente en el medio ambiente, ya que generalmente son biodegradables. En principio, estos dos factores podrían minimizar su consumo de energía y su huella de CO2 en comparación con los plásticos comunes. Pero, el problema de ciertos bioplásticos, como los derivados de las plantas, es que principalmente los recursos humanos pueden desviarse para la producción de bioplásticos. Esta situación sería similar a la de los biodiésel derivados de plantas, lo que llevaría a un aumento de los precios de los alimentos y a la deforestación. Es por estas razones que la materia prima para futuros bioplásticos debería ser buscar residuos de las actividades humanas actuales.
Este concepto permitiría una mejor gestión de estos residuos y mitigaría el problema asociado al ciclo de vida útil de los plásticos. En ciertos países, la lana se ha procesado sin resultado debido a la imposibilidad de competir con fibras sintéticas «hechas a medida». El manejo de estos residuos constituye un serio desafío.
Una pequeña porción de hidrolizados de oligopéptidos de queratina se ha utilizado como cosmético para humanos y aditivos nutritivos de bajo valor para mascotas. Estos hidrolizados también se están considerando como una fuente de nitrógeno en forma de aminoácidos y oligopéptidos para estructurar el suelo. Nuevos estudios exploran el uso de macromoléculas derivadas de queratina para preparar bioplásticos biodegradables sostenibles. Las lanas tienen hasta un 90% de peso compuesto de fibras de queratina, proteínas fibrosas caracterizadas por la alta presencia de residuos de cistina. Estos actúan como puntos de reticulación que proporcionan rigidez y resistencia a las fibras, pero también hacen que las fibroínas sean difíciles de extraer mediante disolución en disolventes comunes.