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¿Puede una empresa poseer una fruta? Nuevas variedades agrícolas y desarrollo de la agricultura moderna

Publicado por Ramón Contreras

En la actualidad, el sector agrícola es uno de los sectores estratégicos que mueve más dinero en el mundo. Evidentemente con toda la población mundial de seres humanos y animales asociados pidiendo comer cada día no es de extrañar que las cifras destinadas a la investigación y desarrollo de nuevas técnicas agrícolas, maquinaria, fertilizante, etc. sean astronómicas. Sin embargo, no solo se crean nuevas técnicas de regadío o maquinaria para recoger más rápidamente los campos. Todos los productos agrícolas están en constante mejora para dar frutos más grandes, más sabrosos y más bonitos.

Las técnicas actuales de mejora biológica permiten la creación de especies resistentes a enfermedades, que duran más tiempo antes de estropearse o incluso más jugosas y sabrosas. Esto genera que exista una batalla legal entre agricultores tradicionales y empresas de desarrollo de nuevas variedades. Las empresas que han pasado 10, quizás 15 años, desarrollando una variedad nueva de, por ejemplo, mandarina y quieren rentabilizar su descubrimiento por lo que la nueva variedad de mandarina se registra como patente. Tal vez esta mandarina tenga cualidades especiales, puede ser que sea un poco insulsa, pero que sea muy fácil de pelar, sin pepitas o que madure muy tarde, ya entrada la primavera. Entonces se convierte en la única mandarina disponible en el mercado a finales de temporada y por lo tanto muy codiciada por los agricultores que quieren estirar su producción unos meses más.

Por cierto, estamos hablando de la variedad Nadorcott, propiedad de una empresa marroquí que cobra 7 euros por cada árbol de su variedad que posee cada agricultor (lo que se estima que les renta unos 15 millones). Además al poseer la exclusividad de la variedad pueden mantener controlado la cantidad de fruta que sale al mercado y por lo tanto su precio.

La sociedad, acostumbrada al uso y las costumbres tradicionales del campo tiene sentimientos encontrados respecto a este nuevo modelo económico para el campo. Por una parte, una empresa crea una variedad útil y merece un reconocimiento (en forma de ganancias) por ello. Por otra parte, los agricultores acostumbrados a injertar nuevas variedades continuamente y a probarlas en sus terrenos no entienden por qué tienen que pagar por tener un árbol que ellos cuidan y que ellos trabajan.

No estamos hablando tan solo de variedades agrícolas modificadas genéticamente, como el maíz Bt, sino también aquellas conseguidas por métodos más tradicionales, como la susodicha naranja. Cuando se consiguen las nuevas variedades de forma irregular, te la pasa un amigo o siembras una semilla (o unos cientos de ellas y estableces una explotación agrícola) se generan problemas legales. En el caso de las nadorcott el problema lleva más de 10 años en los tribunales. En la década de 1980 un ingeniero agrónomo español trabajando en marruecos se trajo unos injertos que repartió por Murcia y Valencia, donde se extendieron hasta que la empresa productora logró establecer la patente y desde entonces ha intentado recuperar la inversión de desarrollo de la nueva variedad.

La situación es muy complicada burocráticamente y de difícil solución. Si las empresas no reciben un beneficio quebrarían y se acabarían las nuevas variedades. Sin las nuevas variedades la economía agrícola se estancaría y los agricultores no darían abasto ante la demanda. Tal vez, la solución sería que los países empezaran a controlar las patentes de interés estratégico para la supervivencia de su población y pusieran un precio “social” a su distribución. En el caso de España, un país con una gran inversión pública en ciencia e intereses en agricultura, no sería descabellado que hubiese este tipo de control de la producción intelectual.