Los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, oído y vista
Poner los cinco sentidos en una actividad significa estar completamente concentrado en la realización de esa tarea. Y es que los cinco sentidos son todos los que poseen los humanos. Aunque haya otros animales que disfruten de algunos otros sentidos, la mayoría de animales presentan estos cinco mismos sentidos que tiene la especie humana. El gusto, el tacto, el oído, el olfato y la vista son comunes a la mayoría de animales. Las estrellas de mar, las esponjas de mar o las medusas son ejemplos de animales que no poseen apenas sentidos para interaccionar con el medio ambiente. Estos animales son los que surgieron más pronto en la evolución y por lo tanto tienen menos desarrolladas sus capacidades de descubrir el mundo que las rodea.
El tacto quizá sea el primer sentido que se desarrolla en la historia de los seres vivos. Todos los seres vivos, incluidas las plantas y las bacterias, son capaces de notar la presencia de objetos que están en contacto con ellos. Las plantas harán crecer sus raíces o sus ramas para rodear una piedra o una tapia. Las amebas se basan en el tacto para detectar a sus presas. El tacto es un sentido de extremada proximidad, que permite la detección del medio cuando presiona en los receptores del organismo, que en general se distribuyen por todo el cuerpo.
El gusto y el olfato son los dos sentidos que se encuentran más relacionados entre ellos. De hecho, la boca está conectada con la nariz, uniendo el gusto que reside en la lengua y el olfato que reside en la cámara olfativa detrás de la nariz. Ambos sentidos permiten la detección de moléculas en suspensión. El olfato capta moléculas en suspensión del medio y el gusto en suspensión en la propia boca. Muchas veces se dice que los tiburones pueden oler la sangre. Los peces tienen sentido del olfato, los tiburones son expertos olfateadores. La diferenciación de estos sentidos es clara, gracias al olfato podemos detectar estímulos que nos rodean (presas, depredadores, fuego, etc.) mientras que el gusto nos permite saber si lo que estamos a punto de ingerir y meter en nuestro propio cuerpo nos resulta agradable. En general, en este aspecto el gusto ha evolucionado para que nos resulten agradables los sabores de las cosas comestibles.
Si el olfato nos permite captar moléculas que viajan en suspensión en nuestro medio el oído nos permite percibir las vibraciones del aire. Los sonidos graves y agudos son percibidos por igual por el oído. La capacidad de las moléculas para viajar por el medio (ya sea el aire o el agua) es limitada. Sin embargo, las ondas tienen mucha mayor capacidad de dispersión.
Finalmente la vista nos permite captar las ondas de luz y el movimiento. Gracias a la absorción de parte de la luz por diversos objetos podemos ver los colores que reflejan. Para poder ver necesitamos por supuesto que haya luz, y esto es solo posible durante las horas de luz, o gracias a una lámpara o linterna. Sin una fuente de luz que pueda mandar ondas que reboten en los objetos no somos capaces de percibir ni el color ni el movimiento. Este sentido junto con el oído y el olfato nos permiten controlar el entorno más lejano, mientras que el tacto y el gusto son sentidos de gran proximidad. Cada especie se ha especializado en usar uno o varios de los sentidos para su interacción con el entorno. Por eso podemos decir que los tiburones o los perros tienen un gran olfato o que las águilas poseen la mejor vista y los murciélagos un sentido del oído excepcional.