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Dulces, endorfinas y felicidad

Publicado por Ramón Contreras

El dulce es uno de los sabores que más gusta a todas las personas. Sin embargo, y a pesar de ser uno de los sabores reconocibles por el paladar, no se encuentra frecuentemente en la naturaleza. ¿Cómo se explica que siendo un sabor que no se encuentra en la naturaleza por sí solo es tan importante? La razón fisiológica de que el ser humano, y otros animales, se vuelvan locos con el azúcar es que la glucosa, principal molécula de azúcar, es la única energía que emplea el cerebro. Eso solo ya es una buena razón para hacer que el consumo de productos dulces sea apetecible.

En la naturaleza se pueden encontrar cosas dulces, principalmente las frutas. En la actualidad las frutas han sido modificadas y seleccionadas para ser especialmente dulces, y proveer al consumidor una gran cantidad de azúcar. De hecho, el cuerpo humano está hecho para tener 4 grandes sensaciones de necesidad alimenticia. Por un lado tiene sed, cuando falta agua al organismo éste envía señales para que apetezca más el agua. Por otro lado, la sensación de hambre que estimula la ingesta por falta de energía en el organismo. Finalmente hay dos sabores que el cuerpo pide a veces. Las expresiones “comería algo dulce” o “comería algo salado” son comunes y aunque a veces son por capricho, muchas veces responden a necesidades fisiológicas de azúcar y sal, es lo que los expertos en nutrición denominan hambre específica. El azúcar es el principal material energético que consume el cuerpo y la sal es importante para hacer funcionar gran número de transportadores de membrana celular en todas las células.

Así pues, el dulce es necesario para el funcionamiento del cerebro (y del cuerpo en general, pues es la fuente energética más rápida y eficaz que se conoce) y además, el cuerpo tiene la capacidad de demandar al paladar esas sensaciones para reponer las reservas. Para que el individuo busque el dulce, fuente de todas las virtudes corporales, el cuerpo recompensa los comportamientos que favorezcan el aumento de azúcar en sangre (se obtiene una sensación de placer al comer dulce).

La sensación de bienestar y relajación cuando una persona come dulce es también una reacción fisiológica. Como un premio sensorial que el cuerpo se da a sí mismo por conseguir una fuente de energía tan buena. Al comer dulce se estimulan regiones cerebrales (el hipotálamo y la pituitaria) que desencadenan la síntesis de endorfinas. Las endorfinas son péptidos opioides que el cuerpo es capaz de sintetizar por sí mismo. Las endorfinas provocan una sensación de bienestar al mismo tiempo que inhiben las sensaciones de dolor físico y emocional (efecto analgésico). La liberación de estos neurotransmisores no produce una señal nerviosa propia, sino que modulan la transmisión de señales entre neuronas en el cerebro. El sistema límbico (la parte que gestiona las emociones en el cerebro) es la que cuenta con la mayor densidad de receptores de endorfinas. Sin embargo, el sistema nervioso periférico también cuenta con receptores de endorfinas, lo que da la sensación de bienestar generalizado.

Debido al efecto que tienen es posible generar una resistencia a las endorfinas, al igual que a los opiacios, que desencadena que cada vez se necesite una mayor cantidad para generar una misma sensación de relajación. Esto mismo es lo que hace que la gente “se enganche” a los dulces.