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Barreras del sistema inmune

Publicado por Ramón Contreras

El sistema inmune nos protege de las infecciones y otros cuerpos extraños que pueden hacer el el cuerpo funcione de manera inapropiada. No solo hay que protegerse de virus y bacterias, sino que también una astilla o una piedra hacen saltar el sistema inmune. Ante una agresión el sistema inmune tiene varias formas de enfrentarse al problema. Las primeras serán las más generalistas y servirán para defenderse ante todo tipo de invasiones. Las más específicas contarán con sistemas refinados de reconocimiento y respuesta ante las agresiones, este tipo de respuestas serán las que se dispararán ante infecciones concretos. Cuando estos sistemas no funcionan será cuando tengamos una enfermedad.

La primera línea de defensa, y a mi me gusta explicar el tema con el símil de el ataque a una ciudad. La primera línea de defensa será la muralla. Si la ciudad tiene una muralla los enemigos a caballo no pueden entrar al galope en la ciudad, se lo tienen que pensar un poco. Las murallas del cuerpo, las barreras que ponemos a la entrada de los patógenos, las podemos clasificar en tres tipos.

Las barreras físicas serán aquellas que impidan la entrada de cualquier cosa, son los muros, y son como los muros defensas pasivas. El mero hecho de estar ahí ya protege. El ejemplo más claro y más obvio es la piel. Las capas exteriores de la piel están formadas por células muertas que sirven como escudo para separar el interior del organismo del exterior. La inversión en energía para crear la piel es baja en comparación con la ventaja que nos otorga al tener piel. Un buen ejercicio para valorar la importancia de la piel como defensa es imaginarnos como sería vivir sin piel, con todas las cosas (piedrecitas, pelusas, etc.) pegándose a los músculos, como pasa en los juguetes pegajosos.

Sin embargo, no siempre podemos tener una piel gruesa para protegernos. Hay zonas del cuerpo que tienen que tener cierta ligereza para interaccionar con el entorno. Hablamos de las mucosas, las mucosas son una barrera física, puesto que es un conjunto de sustancias que forman una barrera, pero a diferencia de la piel deja pasar ciertas cosas en disolución. Para evitar que las bacterias pasen por ahí en las mucosas hay sustancias que impiden la proliferación bacteriana. Es como si en las puertas de la muralla se les tirase un cubo de lejía a todos los que intentan pasar. Si les afecta la lejía, se mueren y no entran. Esta barrera es química y la encontramos en las mucosas (tracto bucofaríngeo y aparato urinario reproductor principalmente) pero también las lágrimas contienen sustancias que impedirán la proliferación de bacterias.

A estas barreras físicas y químicas hay que sumar las barreras biológicas. Estas serán otras bacterias y hongos que viven sobre la piel o sobre las mucosas. Estos organismos que viven sobre los animales compiten con los posibles patógenos por vivir sobre la muralla. En nuestro símil de la muralla, sería gente que vive en las afueras de la ciudad, con sus casas apoyadas en la muralla. Esa gente no quiere que los atacantes les quiten sus casas para intentar subir las murallas. Entonces estos organismos que están en nuestro cuerpo, ya sea encima de la piel o de las mucosas, incluso dentro de nuestro intestino, se defienden para evitar que les quiten sus hogares.

Evidentemente estas tres barreras no nos protegen de todo, si así fuera no tendríamos enfermedades. A parte de las barreras tenemos defensas específicas e inespecíficas que defenderán el cuerpo en caso de que algo entre a la sangre. De ello se encargarán los glóbulos blancos.