Sistema inmune innato, la primera barrera de defensa
La respuesta inmune es como llamamos al conjunto de barreras y mecanismos que tiene el cuerpo para impedir la entrada cuerpos extraños nocivos. Ya sea la intrusión de un virus o una bacteria, un trozo de madera o una bala, el cuerpo es capaz de reconocer y reaccionar ante la presencia de materia ajena a él. El sistema inmune es una de las características más complejas y gran parte de él se sigue estudiando y mostrando nuevas formas de actuación desconocidas por la ciencia. En general, distinguimos 3 tipos o etapas del sistema inmune. La primera a la que se enfrentan los cuerpos extraños que quieren penetrar en el interior del individuo es el sistema inmune innato. Si se logra pasar esta primera barrera quedará el sistema inmune adquirido, que va desarrollándose a lo largo de la vida. Aunque el sistema inmune adquirido es extremadamente complejo y de gran utilidad, también es costoso de mantener a nivel energético y evolutivo. En contraposición, el sistema inmune innato es más antiguo evolutivamente y menos costoso energéticamente. Se puede dividir en sistema inmune adquirido activo y pasivo, de los que podrás leer más en sus artículos próximamente. El sistema inmune adquirido es el que dará inmunidad a largo plazo ante un antígeno, mientras que el innato no es capaz de discriminar entre todos los cuerpos extraños, y simplemente los elimina cuando los reconoce.
El sistema inmune innato o inespecífico está formado por todas las barreras físicas que separan el cuerpo del individuo de su entorno. La piel y las mucosas suponen una barrera protectora ante la presencia de partículas dañinas. Estas capas celulares impiden una entrada fácil a multitud de organismos. De hecho, se ha comprobado que los microorganismos, tales como levaduras y bacterias, que viven en nuestra piel o en la mucosa del intestino evitan que otros microorganismos potencialmente perjudiciales puedan crecer por el simple hecho de haber colonizado la superficie e impedir que se establezcan. Muchas excreciones tienen como objetivo formar una película exterior para evitar la entrada de gérmenes, las enzimas lagrimales, los aceites de la piel o el ácido gástrico.
Otro de los grandes sistemas innatos lo encontraremos en las vías respiratorias. Tanto el moco como el reflejo de la tos impedirán que partículas no reconocidas por los receptores de membrana de las células de la mucosa sean expulsados al exterior.
Pero el sistema innato no solo forma barreras y películas protectoras. Existen moléculas que reconocerán cuerpos extraños de forma inespecífica en el torrente sanguíneo, y que además activarán al sistema inmune adaptativo. Esta parte del sistema inmune innato se denomina humoral y está compuesto principalmente por el sistema de complemento del cuerpo. Unas 30 glucoproteínas que circulan por en la sangre inactivadas pueden reaccionar ante señales comunes. Forman una cascada de activación provocando una reacción en cadena.
Existen además toda una serie de glóbulos blancos que pertenecen al sistema innato, fagocitos: células dendríticas, neutrófilos, macrófagos, basófilos y eosinófilos; células T y células delta; o las células asesinas naturales. Todos ellos son capaces de reconocer antígenos y que el cuerpo no genere una memoria sobre ellos. Esto es importante para muchas enfermedades que pueden ser recurrentes y que sin la participación de los linfócitos la reinfección es posible.