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Medicina y evolución

Publicado por Ramón Contreras

Las revoluciones tecnológicas y de conocimiento que han llegado a la biología desde el descubrimiento del ADN tarde o temprano tenían que llegar a sus ramas más aplicadas y antiguas, estamos hablando de la medicina y la veterinaria dos de las ciencias aplicadas más antiguas que existen. En un artículo anterior hablamos, brevemente, sobre la medicina personalizada, en la que gracias a las técnicas de secuenciación se pueden aplicar tratamientos más adecuados dependiendo de las características genéticas de cada uno. Lee más sobre el tema aquí. Pero estos avances no son los únicos que se han producido en biología. Los nuevos datos aportados por la ecología, en cuanto a nivel de comunidades de seres vivos interaccionando, han puesto de manifiesto que en el ser humano no solo actúa el genoma del hombre. Algunos estudios apuntan a que la flora intestinal, tan de moda en la actualidad gracias a los yogures probióticos y similares, podría estar haciendo algo más que convivir con los humanos, llegando a señalar que podrían tener efecto sobre el estado de ánimo del individuo o sobre las alergias que sufre el individuo.

Además, otra nueva vertiente de experimentación ha profundizado en el conocimiento de la propia especie humana, en una mirada al pasado, en condiciones puntuales como pueden ser la tolerancia a la lactosa de los adultos o la capacidad de digerir otros compuestos, como alimentos cocinados. Estos estudios revelan que la especie humano no ha permanecido inamovible durante los 300 mil años que han pasado desde que se asentaron las primeras comunidades y pasaron de ser cazadores recolectores a agricultores y ganaderos. En este tiempo la humanidad ha cambiado adaptándose a las condiciones ambientales, creadas por ellos mismos muchas veces, como el acceso a leche de vaca, oveja o cabra, durante más tiempo o a los procesos de fermentación láctica para hacer yogur, por ejemplo. Es gracias a este tipo de estudios que sabemos que la dieta de los hombres primitivos, la denominada paleodieta por algunos, funcionaba en seres humanos de esa época, pero que como la especie humana ha cambiado desde entonces no tiene sentido adoptarla en la actualidad.

De la misma manera el ser humano ha evolucionado a lo largo del tiempo para adaptarse a diferentes patógenos con los que se ha encontrado. Si bien es verdad que enfermedades como la peste negra hicieron que desapareciera la mitad de la población, la otra mitad estaba genéticamente mejor preparada para resistir a la enfermedad, en un ejemplo fácil de entender como la genética y la medicina tienen mucho que decirse una a la otra. En otras ocasiones, no es un patógeno el que puede cambiar al ser humano. La propias de la flora intestinal (donde se supone que hay unas 500 millones de bacterias en el interior de cada uno) es un sitio perfecto para “probar” evolutivamente, es sabido que el contacto entre la madre y el hijo, en un parto natural y durante la lactancia ayudan a inmunizar al recién nacido contra las cepas de virus y bacterias más comunes de su entorno.