Desarrollo evolutivo de la mandíbula
La mandíbula es un hueso de la cara sobre el que crecen los dientes y permite tanto la formación de ciertos sonidos, como la masticación mecánica del alimento. Es un rasgo evolutivo propio de los grupos de vertebrados más exitosos, tanto la Superclase taxonómica Gnathostomata (que incluye tanto a los peces cartilaginosos como a los óseos) como de la Superclase Tetrapoda, que surge en la evolución a partir del grupo anterior e incluye a todos los animales de vida terrestre. Dentro de los vertebrados también podemos encontrar una serie de animales, todos acuáticos,sin mandíbula, son los pertenecientes a la Superclase Agnatha, los peces sin mandíbula.
El desarrollo de un hueso móvil en la parte inferior de la cavidad bucal tuvo lugar hace unos 430 millones de años. Sin embargo, no aparece de la nada, los estudios fósiles revelan que es una variación de los arcos branquiales que poseían los peces primitivos. En ellos, ya existían denticiones primitivas y capacidad móvil del orificio bucal para agarrar a sus presas con unos labios muy musculosos, como las lampreas actuales. Sin embargo, en los agnatos, o peces sin mandíbula, la alimentación es exclusivamente por succión. Es por ello que el primer arco branquial va moviéndose para añadir más movilidad al aparato succionador y permitir agarrar mejor a las presas. Mientras que el techo de la boca de estos peces primitivos permanecía fija, para dar estabilidad al agarre, la de abajo fue alargándose en forma de herradura y situándose en la parte delantera y volviéndose cada vez más prominente a fin de alcanzar presas más eficientemente.
Los primeros vertebrados con mandíbulas verdaderas vivieron a finales del silúrico, hace 416 millones de años y ya están extintos. Estos grandes depredadores de los océanos primitivos no tenían dientes. Atrapaban a sus presas con el propio hueso de la mandíbula, que era afilado y con aristas similares a los dientes, pero de una sola pieza. Tenían una fuerza proporcionada por una gran musculatura que les permitía partir los caparazones de invertebrados. Por aquella época aparecieron también los antecedentes de los tiburones actuales. Este grupo probó algo diferente. Su mandíbula se encuentra mucho más atrás, para permitir una mayor eficacia hidrodinámica, perdiendo parte de la fuerza de la mordida, lo que compensa con grandes hileras de dientes (mínimo 6) y la capacidad de mover la mandíbula hacia adelante y hacia atrás para aumentar el diámetro de su mordida.
Hasta la aparición de los tetrápodos, los vertebrados terrestres, las mandíbulas permanecen más o menos sin grandes cambios evolutivos. Se crean estructuras de sostén y se prepara al cráneo para la masticación, pero no se desarrollan grandes dentaduras en general. No es hasta la aparición de los reptiles que la dentición toma un protagonismo especial en el desarrollo de las especies. Con la especialización de los dientes y la aparición de los picos. En este punto los dientes ya están separados de la mandíbula completamente y tienen capacidad de crecimiento propia. La gran dureza de los dientes de mamíferos derivada de la formación de la dentina en el interior del diente y el marfil en el exterior, aparece en los reptiles mesozoicos. Aún así, los dientes siguen teniendo un aspecto muy similar. Puntiagudos y con una distribución casi uniforme. Con la llegada de los mamíferos la musculatura de la mandíbula y todo el cráneo están conformados específicamente para ayudar a los diferentes tipos de alimentación. Aquí los dientes se especializan en gran medida para permitir todo tipo de alimentación.