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Instinto y estímulo supernormal

Publicado por Ramón Contreras

La evolución ha llevado a todos los seres vivos a responder de una forma predeterminada ante ciertos estímulos. Este tipo de comportamientos o conductas es lo que conocemos normalmente como instintos. Todos los animales cuentan con instintos más o menos desarrollados. Un ejemplo sería la propensión de las cucarachas o las ratas a ir pegadas a la pared y evitar los sitios abiertos. Los instintos otorgan ventajas evolutivas o de supervivencia frente a no tenerlos. Todos los instintos tienen como objetivo preservar la vida del individuo o de las crías. Cuando los seres humanos notamos calor, frío o dolor en una extremidad la apartamos del foco del estímulo. Pero también movemos la extremidad contraria en un acto reflejo derivado del instinto cuadrúpedo de alejarse de la fuente de inconveniente.

Los instintos son esas reacciones o conductas que se hacen sin pensar. Para que se disparen se ha de dar un estímulo concreto. La fuente de calor para alejar la mano o una luz para que una rata se esconda. Otros instintos son más complejos y tienen como disparador estímulos más elaborados. Diversos estudios encontraron que existían ciertos estímulos artificiales que replicaban a estímulos reales y que disparaban esos instintos. Todavía más allá, se comprobó que estímulos artificiales, denominados supernormales, eran capaces de desencadenar una respuesta instintiva todavía más fuerte que los estímulos normales. Esto fue descubierto por el ornitólogo N. Tingerben, aunque después se han realizado experimentos en otros muchos grupos de animales con resultados similares.

En su experimento se puso polluelos de gaviota argéntea en distintas situaciones. En un lado con sus progenitores a los que pican una mancha roja que tienen bajo el cuello para que les den comida. A otros polluelos se los dejó con una cabeza artificial con la mancha, a otro grupo se les soltó con una forma artificial de cabeza pero sin el punto rojo y un último grupo fue colocado con un palo pintado de rojo y blanco. Los polluelos que más picaron para recibir comida fueron los que estaban con el palo rojo. La mayor superficie de rojo atraía más a los polluelos que no la pequeña mancha que tienen los parentales en la naturaleza.

Otro ejemplo con aves se realizo con aves cantoras. Se crearon réplicas de sus huevos pero de mayor tamaño y con los colores más intensos, las manchas azules sobre fondo gris eran más saturadas y vistosas. En este experimento las aves eligieron incubar estos otros huevos falsos antes que los suyos propios. Este experimento mostró que esta especie de pájaro tenía el instinto de incubar los huevos con manchas azules y que cuanto más azules fueran las manchas y más grandes los huevos más se sentían atraídos por ellos.

Muchos animales territoriales atacan cuando ven a un individuo de su misma especie. En este aspecto se ha visto que especies que responden a colores determinados del cuerpo de otros individuos de su misma especie (manchas de colores o patrones) tienen una respuesta mucho más agresiva frente a peleles con colores más intensos que los que se encuentran en la naturaleza.

Desde los años 50 cuando K. Lorenz empezó a ver los comportamientos animales hasta ahora se han encontrado gran variedad de superestímulos relacionados con el tamaño, el color o ciertos patrones que son capaces de atraer a los animales mucho más que los estímulos naturales. En humanos existen muchos estímulos de este tipo que son aprovechados para atraernos hacia ciertos productos de consumo como si polluelos de gaviota argéntea se tratara.