La capacidad de carga de los ecosistemas
En este mundo globalizado e hiperconectado donde la gente visita continentes diferente solo por placer y cada día viajan como turistas millones de personas a sitios concretos, se empieza a hablar de la capacidad de carga. En Europa la libertad de movimiento de las personas está garantizada por la ley. Si todo el mundo quisiera ir a Ibiza al mismo tiempo no habría legislación que lo impidiera, pero al ser una isla existe una capacidad máxima de personas que puede albergar. Lo mismo pasa con Venecia o cualquier sitio con atractivo turístico.
La capacidad de carga es la cantidad de individuos de una especie que pueden vivir en un ecosistema. Para ello hay que tener en cuenta qué cantidad de agua, comida, espacio, etc. necesita un individuo para sobrevivir y luego multiplicar por el número de individuos y comparar con las cantidades de cada cosa del lugar. Sencillo, ¿no? Pues no lo es cuando se quiere hacer bien. Para saber la capacidad de carga de un ecosistema hay que tener en cuenta todas las especies que viven en él, los recursos que consume cada una de ellas y hacer los cálculos para saber cuáles son los límites de habitantes que puede tener el ecosistema sin desequilibrarse. Algunos factores son renovables, como el agua o la vegetación (la comida de los elefantes). Otros factores, como el espacio, son limitados. Los territorios de caza o de cada manada de herbívoros pretenden garantizar la supervivencia de ese grupo de seres vivos. En ese aspecto, los animales territoriales han hecho un cálculo aproximado del terreno que deben controlar para poderse alimentar. De hecho, la propia idea de la capacidad de carga no es más que la extrapolación de esos territorios a números y cifras para los humanos.
La capacidad de carga de la mayoría de ecosistemas debería estar en equilibrio con las poblaciones reales de cada sitio. Si la sabana africana puede albergar 100.000 elefantes con tiempo suficiente, el número de elefantes debería situarse en torno a ese número. El problema es que se encuentran con factores externos. En el caso de los elefantes, podrían ser los cazadores furtivos, mucho más problemáticos para los paquidermos que no los depredadores.
Siguiendo con el ejemplo, sabemos que un elefante necesita 225 litros de agua al día y unos 200 kg de comida. Con ese dato podemos saber la cantidad de elefantes que puede contener la reserva natural de Niassa en Mozambique. Allí en 2018 vivían 2.000 elefantes y con un año sin caza furtiva, fruto de un cambio en las leyes del país, la población llegó hasta los 4.000 individuos. Pero, ¿deben preocuparse los gestores del parque? ¿Van los elefantes a acabar con toda la comida e impedir que otros animales vivan en ese territorio? Para saberlo hay que calcular la capacidad de carga del parque de Niassa. Con su superficie de 42.000 km cuadrados, un tercio de Nicaragua o algo más que Suiza, es posible que pueda albergar más de 4.000 elefantes, pero también hay que contar con las poblaciones de otros herbívoros con los que compiten por recursos, principalmente comida y agua. La capacidad de carga del ecosistema incluye conocer a todos los seres vivos de un ecosistema, sus relaciones y las relaciones que tienen con el medio ambiente. Sabiendo la capacidad de carga de un ecosistema y lo cerca o lejos que estamos de ella, podemos intervenir para mejorar un ecosistema.