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Condiciones ambientales para un incendio: una perspectiva prehistórica

Publicado por Ramón Contreras

Las olas de calor siempre traen malas noticias. Pájaros que se caen de los nidos y del cielo, gente que se muere por golpes de calor y los inevitables incendios. Durante las olas de calor a veces se confabula el tiempo y la mala suerte. Es frecuente que en estos periodos haya tormentas, especialmente tormentas de rayos. La vegetación seca por la ola de calor y una tormenta de rayos son la combinación que provoca la mayoría de incendios no intencionados. Es cierto que los incendios intencionados son el gran problema de los bosques en las regiones subtropicales secas, pero no menos desdeñables, aunque menos en número, son los incendios no provocados.

Una prueba de que lleva habiendo incendios desde que las plantas colonizaron la tierra es el hecho de que hay muchas especies vegetales especialmente adaptadas al fuego. En cuanto a los animales su única estrategia frente a los incendios es huir, aunque se han visto algunas adaptaciones muy interesantes, lee más sobre ellas aquí. Las plantas con capacidades especiales relacionadas con el fuego se llaman pirófilas o pirófitas. Sus adaptaciones son muy variadas y puedes leer más sobre ellas en el artículo que le dedicamos aquí.

Las plantas no siempre han tenido estas habilidades, pero si que ha habido incendios. A veces nos olvidamos que existen los incendios no intencionados. Por ejemplo, el primer incendio registrado por la humanidad ocurrió hace 430 millones de años, en lo que conocemos la era Silúrica. Unos 55 millones de años más tarde de la conquista terrestre de las plantas.

Para que haya un incendio se tienen que dar tres factores: la vegetación, que tiene que prender, algo que sirva de ignición, el rayo en los incendios no provocados, y luego algo que en los incendios actuales se sobre entiende pero en los incendios de hace 400 millones de años no estaba tan claro, el oxígeno. Los estudios demuestran que para que se propague un incendio necesita al menos una concentración parcial de oxígeno del 16%. Con menos de ese oxígeno el incendio podría iniciarse cuando cayera el rayo. La enorme cantidad de energía transferida sería suficiente para prender la materia inflamable. Pero, si no hay suficiente oxígeno el fuego no se propagaría. Las ascuas prenderían durante un lapso de tiempo muy breve y se extinguirían.

Por fortuna o por desgracia, hace 430 millones de años la concentración de oxígeno en la atmósfera era mayor que la actual. Las plantas (o los vegetales mejor dicho) llevaban cientos de millones de años emitiendo oxígeno a la atmósfera desde el mar. La salida de las plantas a la superficie terrestre dio un impulso a los niveles de oxígeno, a mayor superficie mayor cantidad de plantas creando oxígeno. Aunque su aspecto cuando salieron del agua era muy diferente. No había árboles, ni flores y apenas levantaban unos centímetros del suelo. Lo más alto que había en aquel momento eran del Reino Fungui. Se sabe que había hongos de hasta 9 metros de alto, pero dado que sus ciclos vitales están muy relacionados con el agua es posible que no se encontrasen en las regiones secas en las que ocurren los incendios. Por ello, los incendios prehistóricos debían ser como ver el suelo convertido en fuego, mientras se quemaban las pequeñas plantas silúricas.