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Bacterias que comen plástico y generan aroma de vainilla

Publicado por Ramón Contreras

La cantidad de plásticos y microplásticos que hay en los océanos del mundo es alarmante. Muchas son las medidas que se están tratando de adoptar para evitar el vertido al mar de toda esa materia no reciclable y altamente tóxica. En infinidad de fotografías se puede ver como animales de diversa índole, desde aves hasta pescados o tiburones, contienen plásticos en su estómago que les causan problemas digestivos y eventualmente la muerte.

La reducción del uso de los plásticos es una de las soluciones más obvias, la segunda es la retirada de todo ese material del mar y almacenarlo correctamente. Otra de las medidas que se hace es tranformar los residuos de plástico en más plástico otorgándole una nueva vida. Todo esto está muy bien, pero no está resultando enteramente efectivo tal y como se demuestra con la isla de plástico del océano Pacífico. Sin embargo, una nueva vía, por otro lado genial, está siendo desarrollada por investigadores del Reino Unido.

Uno de las plásticos más comunes es el tereftalato de polietileno (PET). Esté plástico con los métodos actuales de reciclaje se deshace en sus componentes (etilenglicol y ácido tereftálico) que se vuelven a utilizar para generar más plástico. En contra, el proceso biotecnológico coge estos mismos componentes principales y usa el ácido tereftálico para producir vainillina, la molécula que da el aroma y el sabor de vainilla.

Para ello se emplea una bacteria muy común E. coli, una bacteria usada en infinidad de estudios de laboratorio y que responde muy bien a la introducción de nuevas instrucciones genéticas. Este equipo de investigación introdujo hasta 4 enzimas que van cambiando mediante procesos de oxidación, reducción y metilación. Mediante la introducción de genes en plásmidos se ha otorgado estas capacidades a E. coli. Al introducir estos enzimas se está forzando en cierta manera la maquina de la célula. Para evitar que entrase en un metabolismo de estrés tuvo que afinarse mucho las condiciones de crecimiento de las bacterias, la temperatura la oxigenación o los componentes del medio supusieron un nuevo reto para que el proyecto llegase a buen puerto. Una vez tenían una bacteria capaz de hacer algo así la otra mitad del problema era que las bacterias introdujeran el plástico en su interior para trabajar con él. Para ello el equipo de investigación probó diferentes condiciones óptimas y alcanzaron un equilibrio añadiendo alcohol al medio. Éste de forma natural crea agujeros en la membrana celular. De esta manera las moléculas de plástico penetran en las células para ser degradadas.

Esta apuesta biotecnológica espera solucionar uno de los principales problemas a los que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI a la par que consigue un beneficio económico de la producción de uno de los ingredientes más usados en repostería y cosmética. Hay que recordar que la vainilla, de donde se extrae la vainillina, es una de las plantas más difíciles de crecer del mundo y su producción mundial no cubre la alta demanda de este componente. Este es solo otro ejemplo de la potencialidad que tienen los transgénicos para cambiar el mundo. Estos seres con capacidades completamente ajenas a su especie revolucionarán todas las industrias en las que intervengan.