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Mantenimiento y conservación de ADN purificado

Publicado por Ramón Contreras

En las células, ya sean eucariotas o procariotas, el ADN está muy bien protegido, no en vano de ello depende la continuidad no solo de la existencia del individuo sino de la especie. Normalmente este ácido nucleico está asociado con proteínas que le ayudan a mantener una estructura y además lo protegen de la acción de otras proteínas que bien querrían destruirlo o emplearlo para otros fines. Sin embargo, cuando en el laboratorio se purifica ADN conseguimos moléculas de ADN sin ningún tipo de proteína resuspendido en agua o alcohol, siempre y cuando la purificación se haya llevado a cabo correctamente. La idea en el laboratorio es conseguir un ADN muy puro para que nada interfiera en posibles experimentos. Si está asociado a proteínas, como por ejemplo las histonas de los eucariotas, esto podría hacer que una parte de la doble cadena no estuviera accesible a lo que sea que queremos hacerle nosotros.

Las cadenas de ADN sin proteínas asociadas son vulnerables a modificaciones

El problema de tener un ADN purificado es justamente ese, sin las proteínas que le dan protección es muy vulnerable a todo tipo de acciones ya sean biológicas como físicas y químicas. Empezando por las biológicas y las más comunes que afectan al ADN tenemos toda una serie de enzimas que en la naturaleza cortarán y degradarán la doble hebra de ADN, o incluso hebras sencillas. Nos referimos a las nucleasas. Los seres vivos, y en especial las bacterias, tienen nucleasas como sistema de defensa y ataque ante ADN extraño. Si nuestra muestra se contamina con estas enzimas la perderemos en cuestión de días. Entre los ataques físicos más comunes encontramos los rayos ultravioletas, incluidos en la propia luz natural. Los UV tienen capacidad mutagénica, alteran bases de la cadena, por lo que deberemos proteger el ADN de la luz. Y en el mundo de la química casi cualquier cosa puede alterar el ADN, desde el agua oxigenada y básicamente todo lo que lleve oxígeno, como quelantes, intercalantes o radiológicos, en especial los metales pesados.

Sin embargo en el laboratorio conseguimos que todos estos procesos no ocurran mediante dos “simples” pautas de actuación. Por un lado y la más obvia es mantener un ambiente estéril cuando trabajamos en un laboratorio de purificación de ADN. Las superficies de trabajo, el material que empleamos y nosotros mismos debemos estar lo más libre de agentes (bata y guantes de laboratorio). Las nucleasas se encuentran por todas partes y el menor roce del material con algo no descontaminado, como nuestra propia cara, echará a perder las muestras. Al finalizar la purificación el ADN se congelará (a menos 20ºC o si no se va a emplear durante un largo periodo de tiempo a menos 80ºC) para evitar por un lado la acción de la luz y por otra la acción de los posibles agentes químicos y biológicos que puedan haber contaminado nuestra muestra. Al estar suspendido en agua y congelarse evitamos que las moléculas perniciosas se acerquen al ADN durante su conservación. Además de eso, habrá que mantener el ADN en frío, aunque lo descongelemos para disminuir en la medida de lo posible la acción de los inevitables contaminantes que a lo largo del proceso manipulativo introduciremos en el líquido.