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El Sistema de Havers

Publicado por Pablo Morales

Se le llama sistema de Havers a la unidad fisiológica y anatómica del tejido óseo compacto. Un sistema de Havers está formado por un canal central y por varias laminillas de tejido óseo a su alrededor, las cuales contienen lagunas con osteocitos, o también pueden ser osteoblastos.

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Se puede observar un alto grado de organización de estas unidades estructurales del tejido óseo (sistema de Havers, también llamadas osteonas) en la diáfisis de los huesos largos maduros, como por ejemplo el húmero o el fémur.  Por el conducto central, llamado conducto de Havers, corren vasos sanguíneos y nervios, encargados de irrigar y enervar las células del tejido óseo compacto, osteocitos o también osteoblastos. Esto se logra a través de canalículos, (llamados canalículos calcóforos) que surgen del conducto de Havers y que se dirigen radialmente hacia las lagunas más cercanas del tejido, donde se encuentran las células.  Cada osteocito introduce sus prolongaciones citoplasmáticas en dichos canalículos, para contactarse con otros osteocitos y con el conducto de Havers.

Las laminillas de tejido óseo mineralizado rodean cada conducto de Havers. Para cada sistema de Havers, puede haber de cuatro a veinte laminillas. Las laminillas están compuestas por fibras de colágeno y lagunas con osteocitos.  Si bien cada laminilla tiene sus fibras de colágeno ordenadas paralelamente, la orientación de las fibras va variando de una laminilla a otra, para brindar mayor fuerza y resistencia a la matriz ósea.

En la diáfisis de los huesos largos, los sistemas de Havers se organizan en cilindros verticales, a lo largo del hueso, por lo tanto los conductos de Havers también están dispuestos de esta manera, paralelos a la cavidad medular. Los conductos de Havers se comunican entre sí y también con el periostio y la cavidad medular.

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Los sistemas de Havers u osteonas  se comunican con osteonas cercanas, a través de  unos conductos llamados “conductos de Volkmann”, que van de un conducto de Havers a otro.

La organización de las laminillas está en relación directa con las fuerzas mecánicas a las que es sometida la matriz ósea. Cuando estas fuerzas cambian, el tejido óseo se “reforma”, de acuerdo a las mismas. Para la renovación del tejido óseo, los osteoclastos se encargan de la resorción ósea, es decir, de retirar la mineralización del tejido para que las laminillas se puedan reorganizar. Entonces, los osteocitos se transforman nuevamente en osteoblastos, células activas, que sintetizan fibras de colágeno para las nuevas laminillas. Luego estas laminillas  se mineralizan nuevamente.

El hueso está reformándose permanentemente, es un proceso dinámico, ya que las fuerzas a las que es sometido el hueso siempre están cambiando siempre. Esto sucede sobre todo en las personas que realizan ejercicios físicos regularmente. Los músculos son los que ejercen fuerzas mecánicas sobre el tejido óseo, y a mayor actividad muscular, el tejido óseo adquiere mayor grosor y resistencia. La actividad física regular ayuda a que los depósitos minerales (calcio y fósforo) del tejido óseo aumenten y de esta manera se puede prevenir la osteoporosis y  las fracturas óseas.