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El ser humano como ecosistema

Publicado por Ramón Contreras

Las bacterias superan en número de 10 a 1 a las células del cuerpo humano en el que habitan. Es por esto que cada vez tiene más relevancia su papel en la salud, la defensa frente otros seres vivos patógenos y las funciones corporales. En el interior del cuerpo humano viven un gran número de bacterias que forman la flora de los conductos con salida al exterior, como el tubo digestivo (boca, intestino), el respiratorio o el urogenital. Además, un gran número de bacterias y levaduras viven sobre la piel. La gran mayoría de estas bacterias no causan ninguna enfermedad sino más bien todo lo contrario, compiten con otras bacterias patógenas. Muchas veces las infecciones vienen precedidas por una pérdida de la flora bacteriana, que permite la proliferación de especies dañinas. Otras veces son bacterias propias de la flora común que por causas exteriores proliferan de forma desmedida causando problemas. Es decir, no solo es importante tener una flora bacteriana, sino que además ésta tiene que estar en un equilibrio ecológico para funcionar.

El microbioma que constituye el cuerpo humano permite la vida de un número de bacterias y levaduras muy variadas, no se dan las mismas condiciones en el tracto intestinal que dentro dela vagina o en los pulmones. De hecho, las comunidades bacterianas que colonizan zonas como detrás de la oreja, bajo las uñas o en las ingles son extremadamente diferentes, tanto como podrían serlo las comunidades animales del desierto y la jungla.

A principios del siglo XX se realizaron experimentos en animales que demostraron que los individuos a los que se les eliminaba cualquier tipo de bacteria crecían con problemas digestivos, inmunes e incluso cerebrales. Estos estudios pusieron de manifiesto que las bacterias del interior del cuerpo digieren algunos compuestos de la dieta y que el cuerpo humano absorbe los productos de su digestión.

Al nacer, un recién nacido no tiene si una sola forma de vida, aparte de sí mismo, en el cuerpo. Esto cambia rápidamente pues desde el momento en que entra en contacto con cualquier superficie se van incorporando bacterias y levaduras a su piel que formarán una capa o biofilm que eventualmente lo protegerá de los patógenos. En sus intestinos y vías urinarias pasa lo mismo, no existe ninguna bacteria. Será al mamar y llevarse cosas a la boca que las bacterias del medio entrarán en su interior para colonizarlo y ayudarle a degradar la leche materna (la leche no tiene bacterias, pero en la superficie de la piel de la madre sí las hay y son beneficiosas para el bebé). Algunos estudios demuestran que los pequeños que consumen bacterias en su dieta, como en yogur o pepinillos fermentados tienen un sistema inmune mejor, dando lugar a que el niño o niña tenga menos propensión a las alergias.

La flora bacteriana de cada persona es única. Los estudios más recientes han revelado que la composición bacteriana está influida por no solo la localización geográfica del individuo, sino también por el tipo de trabajo, la familia o las actividades de ocio que se realizan. Es por eso que se dice que la composición bacteriana podría identificar a las personas de un modo similar al que lo hace una huella digital.