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Conservación de especies en peligro e introducción de nuevos individuos

Publicado por Ramón Contreras

Cuando se protege una población de una especie animal se lleva a cabo una tarea de contaje de individuos para poder controlar como varia a lo largo del tiempo. En el caso de los vegetales se controla la edad de los individuos y el área que ocupan. En cualquier caso, la idea es que al proteger el hábitat de una especie la población que vive allí no sufre tanta presión ecológica (debida a la actividad humana) y por lo tanto su población puede crecer como consecuencia de unas mejores condiciones ambientales para la población.

En el caso de los vegetales es común la reforestación con árboles jóvenes para ayudar a la conservación de una especie en un ecosistema. En el caso de los animales, se introducen nuevos individuos traídos de otras poblaciones que no están en peligro o bien que han sido criados en cautividad para tal efecto. Esto es una práctica común en aves, mamíferos, reptiles y anfibios. Además la introducción de nuevos individuos de poblaciones lejanas puede mitigar en parte la endogamia propia de la población.

Cuando las poblaciones de animales son aisladas, debido a la acción humana o natural, ésta sufre un proceso de especiación al mismo tiempo que aumenta la endogamia. Por un lado al aislarse de otras poblaciones de su misma especie tiene a evolucionar de forma separada y a la larga puede convertirse en otra especie nueva. Por otra parte una población aislada tiende a perder variabilidad genética, y sus individuos se vuelven genéticamente más similares, cosa que no le permitirá adaptarse a nuevos cambios a medida que pierda variabilidad. Es por eso que muchas veces se intentan generar corredores ecológicos que conecten los parques naturales con el objetivo de permitir el intercambio genético entre individuos de poblaciones separadas.

En este aspecto, la introducción de individuos de la misma especie de poblaciones alejadas (por ejemplo la introducción de osos pardos rusos en poblaciones españolas) es una herramienta de doble filo, por un lado puede ayudar a mantener una población (que está quedándose sin uno de los sexos en edad reproductora) o bien puede evitar que se generen diferencias endémicas (que son justamente uno de los motivos por los que se decide proteger una población).

Con el objetivo de preservar tanto la identidad genética de las poblaciones de especies en peligro de extinción y al mismo tiempo conservar la población genéticamente sana se están desarrollando en muchas regiones bancos de muestras de individuos de la población. De esta manera si una población perdiera variabilidad genética, se podrían introducir individuos lo más similares posibles a la población. Para ello bien en un futuro podrían clonarse antiguos miembros de la población (que tuviesen una mayor variabilidad genética) o bien buscar en otras poblaciones individuos con una identidad genética similar a la población de destino. O bien criar en cautividad miembros de las poblaciones que pueden aparearse con individuos de otras poblaciones y reintroducir a los hijos cuyo genoma será “la mitad” propio de esa población.

Un ejemplo de este problema son las poblaciones aisladas de tigres donde un mismo macho puede aparearse con hasta 3 generaciones descendientes todas de una misma hembra, reduciendo drásticamente la variabilidad genética.

En resumen, antes de una intervención de este tipo hay que llevar a cabo un estudio minucioso de la salud genética de la población para ver qué tipo de nuevos miembros son los más adecuados para que sobreviva la población.