Biología

Autogamia

Publicado por Ramón Contreras

Durante la historia de los seres vivos la reproducción sexual ha supuesto una ventaja evolutiva crucial a la hora de colonizar nuevos ambientes, competir por recursos cambiantes o adaptarse a condiciones ambientales cambiantes. La reproducción sexual permite, mediante la mezcla de los genes de dos individuos crear un individuo con una combinación genética única que puede permitir que la población sobreviva a, por ejemplo, una nueva enfermedad. Sin embargo, la reproducción sexual tiene un inconveniente en el que muchas veces no se piensa, necesita dos individuos para llevarse a cabo.

Esto no es un problema para los animales gregarios que viajan en manadas compuestas por miembros de ambos sexos, siempre será fácil encontrar una pareja reproductora. Para los animales solitarios la búsqueda de pareja ocupa una buena parte del tiempo, las áreas de campeo de un tigre, por ejemplo, son enormes (cientos de kilómetros cuadrados) y solo permiten que otros tigres entren en su territorio durante la época de reproducción. Encontrar pareja para ellos es vital. Pero ¿qué pasa si no puedes moverte para buscar pareja? ¿Cómo lo hacen las plantas para encontrar pareja? Ellas tienen que dispersar de alguna manera el polen y esperar que llegue hasta las flores femeninas de otro miembro de la especie.

Es por esto que muchas plantas han desarrollado sistemas para asegurarse que sus flores femeninas son fecundadas. Uno de estos sistemas es la autogamia, en contraposición a la alogamia, que es la fecundación de las flores femeninas por parte de polen de otros individuos de la especie. En las plantas autogamas se encuentran flores de ambos sexos, o ambos sexos en la misma flor. La forma más común de autogamia es la cleistogamia, es decir, que la flor es fecundada incluso antes de abrirse, de forma que se asegura la fecundación con el polen propio. Por otra parte puede darse la fecundación cruzada entre flores de la misma planta, a este tipo de autogamia se le denomina geitonogamia y es la estrategia que siguen las plantas que generan un gran número de flores. Las plantas cleistogámicas se dice que son autogamas obligadas, mientras que las geitonogámicas presentan una autogamia facultativa, puesto que sus flores también pueden ser fecundadas por polen de otras plantas.

La autogamia es un rasgo evolutivo de las plantas al que parecen tender con el tiempo. Si la reproducción sexual supuso una ventaja evolutiva la adopción de la autogamia podría parecer un paso atrás, puesto que la descendencia de una planta autogama es genéticamente muy parecida a su predecesora. Sin embargo, cuando la otra opción es que las flores no sean polinizadas y no haya generación siguiente la autogamia parece la mejor opción, esta es la explicación más aceptada sobre la autogamia vegetal.

Las plantas autogamas suelen ser plantas colonizadoras con una gran capacidad de dispersión, por lo que en muchas ocasiones se encuentran aisladas de otras plantas de su especie. Además la autogamia supone una ventaja en medios ya colonizados, puesto que permite el aumento de individuos iguales que estén muy adaptados a un medio.