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Barrera hematoencefálica

Publicado por Ramón Contreras

Que el cerebro es una parte muy importante del cuerpo de los animales es un hecho sin discusión. Es por eso que existen mecanismos específicos que ayudan a su protección frente a todo tipo de ataques. El cerebro es un órgano altamente especializado, sus células solo se nutres a base de glucosa y cualquier desorden en su metabolismo podría tener graves consecuencias en la vida. Es por eso que existe una barrera física que impide que la mayoría, no todos, de los compuestos que pueden resultar nocivos para el cerebro no pasen.

La barrera hematoencefálica es una aduana que existe entre el torrente sanguíneo que recorre el cuerpo y el cerebro. Esta barrera está formada por células endoteliales, astrocitos y pericitos. Las células endoteliales son un componente habitual de los capilares sanguíneos. Los perictos son células que acompañan a todos los tejidos vasculares, mientras que los astrocitos son el principal componente de la glía que acompaña y protege a las neuronas. Estos tres tipos celulares se unen envolviendo los capilares celulares que riegan al sistema nervioso central, de tal manera que forman una barrera tupida que impide el paso de moléculas de gran tamaño entre las células. Así que todas las moléculas que quieran ir al cerebro tienen que pasar por dentro de estas células de forma selectiva (este tipo de defensa es similar a la de las bandas de Caspari en los vegetales, lee más de ellas aquí. En general la barrera impide el paso de todas aquellas moléculas que no pueden atravesar una membrana plasmática, las hidrosolubles.

En el resto del cuerpo las células endoteliales forman una malla flexible alrededor de los vasos sanguíneos, no obstante, en el cerebro esta malla es más densa e impide el paso de sustancias entre las células. Esta primera barrera evita el paso de los compuestos no liposolubles. La segunda capa celular, formada por los astrocitos y los pericitos recibe de las células del endotelio las sustancias seleccionadas y realiza una segunda criba de las moléculas que pueden pasar.

La existencia de este tipo de barrera ya se suponía que existía a finales del siglo XIX. En 1885 el Dr. Paul Ehrilich (Premio Nobel de Medicina 1908 por su trabajo en inmunología), gracias a la tinción con anilina en la sangre de una rata tiñó todo el cuerpo excepto el cerebro demostrando que había algo que impedía el paso de sustancias al cerebro. Sin embargo fue en 1967 cuando se pudo ver por primera vez la barrera hematoencefálica al microscopio electrónico de la mano de Thomas Reese y Morris Karnovsky, que demostraron lo unidas que estaban las células que formaban la barrera.

Sin embargo, no todas las moléculas nocivas son retenidas por la barrera hematoencefálica. Algunas toxinas de pequeño tamaño como el etanol de las bebidas alcohólicas, la heroína, la nicotina o el éxtasis si son capaces de pasar la barrera hematoencefálica. Además muchos microorganismos que infectan la sangre no son capaces de pasar la barrera hematoencefálica, gracias a ello las infecciones cerebrales son tan raras. Aunque la verdad es que algunos invasores si son capaces de atravesarla, entre ellos encontramos los vectores de la rabia, la meningitis o el cólera.